LINAJE

CAPITULO 50 - PERSEGUIRME

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Perseguirme para toda la vida

Clarissa

Cuando tenía doce experimentaba lo que se le llamaba vomito verbal y nervioso, ambas muy terribles. Es cuando mi orgullo se quiebra por momentos y mi lengua se suelta a confesar todo aquello que no diría, después de eso, vienen las náuseas nerviosas. Creí que con el paso de los años lo había dominado hasta ahora, mi estómago es un torbellino adentro y mi garganta se contrae por el montón de palabras que quiero soltarle en la cara, pero mi dignidad las mantiene sujetas como un río apuntó de desbordarse sobre la presa que ya está agrietada.

Se ha hecho un silencio absoluto como si el aire allá afuera se hubiera detenido con su presencia, las ramas ya no crujen y el tic tac del reloj en la pared es lo único que se escucha en la habitación. Lo miro de pies a cabeza y luce como todo un tipo normal sin esos trajes carísimos y elegantes. Los pantalones de mezclilla rasgados y la chaqueta negra de cuero le dan un aire más peligroso de lo que es esa belleza coqueta que porta.

El cabello revuelto y mojado escurre leves gotas sobre el suelo. Como si supiera que detallo su rostro, sube la mano despejándose la frente. No sé si se deba a la penumbra del anochecer pero su pelo luce más oscuro, casi negro. Mi cuerpo se ha quedado estático pero me muerdo la lengua tratando de controlar mis impulsos. Se acerca dejando una maleta en el sofá y definitivamente algo anda extraño en el.

No son ideas mías, trae el cabello negro y los ojos oscuros opacando ese color brillante. Mis aletas nasales se dilatan cuando su loción me llega y trago saliva.

—Lo que sea que tengas que decir—su voz llega en un impacto a mis oídos, como si hubieran recibiendo lo que tanto anhelaban escuchar después de estos días—dilo o te arrancaras la lengua si sigues mordiéndotela.

Mis ojos se abren de más ligeramente y un escalofrío me recorre la columna. Es impresionante lo agudo que son sus sentidos, me pregunto si también puede escuchar mi sangre correr por de bajo mis venas.

—¿No tenias que volver dentro de dos dias más?—le suelto como si fuera una bofetada mi tono.

—¿Algún problema con que lo haya hecho antes?—clava esa gélida mirada en mi, esta de mal humor pero no me intimida.

—No importa— lo corto, no quiero tener que reclamarle nada ni enfrentarme a él en ese estado.

Suelto aire retenido y aparto mis ojos antes de que note lo dolida que se siente mi ser por dentro, yo esperaba correr a sus brazos en cuanto llegara. Demostrarle lo mucho que lo eché de menos o tan si quiera hablar con él pero jamás dura el tiempo de tregua, siempre es lo mismo, algo tiene que pasar para que acabemos discutiendo y yo ya me canse de que sea así.

Le hecho una mirada a Aslan para que me siga y paso por alado de Antonio que sigue mirándome, no me molesto en decirle algo más. Un movimiento tan rápido que ni siquiera preví, logra sacarme un jadeo cuando me toma del brazo examinando lo que llevo colgado en la muñeca.

—Otra vez llevas esto—baja la manga de mi suéter con brusquedad para dejar al descubierto mi pulsera de plata.

—Déjame en paz, es mía—me suelto de su agarre.

Sus ojos brillan y veo a la oscuridad amoldarse detrás de él como un rincón en sombras, las luces tenues parpadean y una sensación de pesadez se siente en el aire. Es como si de pronto tuviera a otra persona parada frente a mi, una que da más miedo que la anterior, su aura se ha convertido en un despertar de mi instinto natural que me advierte del peligro como toda presa siendo asechada.