CAPITULO 59 - SAMAEL

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Samael

Clarissa

El tiempo se detiene y veo cada movimiento corporal reproducirse en cámara lenta como una completa pesadilla. Los humanos estamos al tanto de la increíble velocidad que poseen los vampiros, incluso supera a la de los licántropos; es por eso que los convierte en los más peligrosos para nosotros. La regla es simple, corre lo más rápido que puedas sin mirar atrás antes de que te atrapen.

Fui testigo en varias veces verlos en acción y jamás me impresionaron tanto como lo ha hecho Antonio, por algo es quien es y sigo subestimándolo, no lo asimilo, no lo acepto y es que me estoy metiendo en un campo minado al que camino sin temor a pisar mal, nadie puede igualarle y no existe nada en este mundo que esté a su par.

—Antonio...—Daniela palidece aun más del tono habitual de su piel.

Y siento su miedo hasta los huesos, por un momento me concentré tanto en el, que no vi la audiencia que se ha reunido en la habitación. Los Giambroni están en el mismo estado que yo, atónitos, mudos y con los ojos desorbitados.

El silencio es absoluto que hasta tengo la sensación que lo único que se escucha es mi corazón desbocado. Antonio sube una mano al mango del cuchillo y lo saca de su cuerpo sin un mínimo gesto de dolor en su cara, el sonido de la hoja salir es perturbarte y tan claro como el eco de las gotas sobre la moqueta allá afuera.

El metal está cubierto en sangre y el hombre que me protegió de mi muerte segura, no ha inmutado palabra, deja el utensilio sobre él mármol blanco que se estropea con la sangre. Mis ojos no se apartan de él y no puedo creer que si Antonio no hubiera intervenido, sería mi misma sangre, solo que yo no habría vivido para sacarlo de mi y dejarlo con la misma calma sobre la barra.

Una nueva sensación me invade de la nada y es el terror, levantó la vista recorriendo a todos que se tensan como si algo los hubiera capturado, bajan la mirada por orden silenciosa y sus cuerpos luchan contra eso pero no lo logran. Un peso desconocido me cala sobre los huesos ya que se asimila como el peor de los inviernos, mis hombros pesan y las rodillas amenazan con doblárseme.

Arrodíllate... arrodíllate... mirada al suelo...arrodíllate...

Lucho para no ceder y esa vocecita imaginaria que no lo es, se hace tan solida y clara como una tercera presencia caminando entre nosotros.

Arrodíllate.... Arrodíllate....

Quiero gritar y decirle que no lo voy a hacer, que él no me ordena, pero nadie parece lograrlo. Como puedo salgo del trance mirando a Cecilia que aprieta las manos a los costados e intenta levantar la mirada. Todos están el mismo estado, hasta Ethan.

Mis ojos viajan a Antonio y puedo jurar que veo a alguien ahí a su lado hablándole al oído y un escalofrío me recorre por completo que hasta el cabello de la nuca se me estremece, lo que estoy experimentado es real... y esto es una muestra del poder que posee...tan fuerte que doblega a los de su especie a como le dé la gana. Como todo esclavo ante su Rey.

LINAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora