CAPITULO 73 - ALUCINACIONES

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Alucinaciones reales

Clarissa

La suspicacia que antes solía tener por cualquier mínima cosa ahora se me ha convertido en lo menos importante en este punto en que ya nada me interesa ¿Que mas da? Que se joda todo de una buena vez. Estoy harta de las preocupaciones, del miedo a accionar mal y de nada me ha servido.

Esto era lo querían en que me convirtiera, pues felicidades, lo lograron por que ahora puede quemarse el mundo y ni si quiera me molestaría en levantarme de esta cama.

Ya no le debo nada a nadie y veo por mi, solo por mi, por mi placer y gusto de hacer lo que yo quiero. No hay restricciones y nadie que me diga que hacer, yo no nací para ser una mujer sumisa y mucho menos para arrodillarme ante un hombre.

Que todos se hundan en su mierda que yo haré lo mismo con la mía.

—Toma —dice Jade en el suelo de mi cama pasándome la pipa— creo que ya tuve suficiente.

Descubrí cuatro días después que a nadie más le hicieron daño desde que Antonio irrumpió en la fiesta. No se que es lo que les habrán hecho exactamente, pero nadie recuerda nada. Jade llegó aquí como si nunca hubiese sucedido un escándalo y tuve que seguirle la corriente cuando comenzó a hablarme de lo fabulosa que había estado la fiesta.

—Creí que te gustaba —la llevo a mi boca inhalando hierva mientras mi cabello cuelga en la orilla.

—Oye llevó días seguidos amaneciendo muy doja —recuesta la cabeza junto a la mía— es un milagro que pueda permanecer de pie.

Suelto el humo que se impregna en las sábanas y se escapa por la ventana con el viento gélido que entra.

—Es una mierda —confieso cerrando los ojos.

—Dímelo a mi —se enciende un cigarrillo— mi padre está más exasperante que nunca y le encontré esto a mi madre— saca del bolsillo de su chaqueta un sobre con polvo blanco— aún no le he probado ¿Quieres?

Niego con la cabeza un poco mareada por el olor, meterme cocaina no me va a ayudar de nada. Jade tiene problemas tan difíciles como los míos, pero a diferencia de mi ella busca escapar de su casa y yo fui echada.

—Me gusta tu cabello —abro los ojos y lo enreda entre sus dedos— está muy largo ¿Es su color natural?

—Si, ahora lo detesto —arrugo la nariz.

—Cámbialo de color —se vuelve hacia a mi y apoya los codos en la orilla— te verías muy sexy rubia.

—Ni que lo digas —arrugo las cejas bufando.

—Venga, conozco a alguien —se pone de pie y me estira la mano— vamos.

Me da igual, así que me pongo de pie siguiéndola ya que trae su propio coche. Cierro las ventanas y avanzamos por el pasillo, al bajar las escaleras Persefone levanta su cabeza, está acostada junto a la chimenea y al verme, corre hacia a mí saltándome.

—Ahora no —le digo pero insiste en querer jugar— ¡Dije que ahora no! Quítate —tomó sus patas delanteras regresándola al suelo y sigo a Jade afuera.

LINAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora