CAPITULO 72 - TEMPESTAD

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Tempestad

Narrador omnisciente

Las relaciones entre las personas son distintas y únicas al punto de llegar a ser incomparables con las demás. Una comunicación no siempre se basa en las palabras, va más allá de eso cuando se vuelve receptiva y ambos lo sienten de la misma manera. Los ojos pueden decir lo que la voz no y los actos reflejan lo que se quiere expresar.

A William nunca le costó mucho entender a Clare, se podría decir que se volvió tan cercano a ella y la conoció hasta cierto punto, lo suficiente para saber cómo piensa y actúa cuando está al borde de mucha presión. La observo con detenimiento desde el primer día en que llegó a casa y nunca dejo de sentir que la tenía tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.

Él lo supo, lo sintió y fue el primero en hacerlo cuando ella llegó a casa. La mujer que tenía frente a él no se sentía igual, había cambiado y no sabía exactamente qué aspecto si la veía aparentemente igual.

Es muy intuitivo y meticuloso, cosa de la cual carecen otros. Cuando llegó el momento en que le tocó ver a su hermana ser orillada al exilio, llegó a pensar que flaquearía por primera vez. Sin embargo esos ojos cafés se llenaron de coraje, de determinación a comparación de sus hermanos que agachaban la cabeza y eligió la libertad. Por que si, Henrry quería atarla con cadenas invisibles para toda la vida.

No tardo en saber el motivo de todo el revuelo y tampoco podía dejar de pensar en las circunstancias que debía estar viviendo allá fuera y sola. El exilio era algo muy horrible incluso para él y no podía creer que Henrry, el hombre que juró amarla le estuviera haciendo algo así.

Espero y espero el momento perfecto para salir en su búsqueda, por que el Alfa ordenó a todos no cruzar palabras con ella. Sus padres comenzaron una pelea que perdieron y William se comió el orgullo fingiendo acatar la orden. Sin embargo esa noche sería la que arriesgaría su posición, todo.

Clarissa una mujer que alguna vez creyó que podría aguantar cualquier cosa que el destino le pusiese enfrente, estaba al borde de un colapso definitivo que la destruiría para siempre. Había tantas dudas y su condición mental era algo más que la afectaba a niveles que dudaba de sí misma.

Su nueva recaída fue de nuevo por mano de Antonio, era increíble ver como dependía emocionalmente de aquel hombre que con simples palabras le ponía todo de cabeza. Ella sabia bien, conocía los detalles de la mujer que una vez amo Antonio y jamás la odio hasta ahora. La odiaba en verdad lo hacía y maldijo aquella identidad con todas sus fuerzas, el rencor nació y llegó al punto de agradecer que estuviera muerta.

Ella no era así pero estaba herida y devastada, se dio cuenta una vez más lo ciega que había sido, después de todo el hombre que amaba aun seguía amando a su viejo amor y en su corazón gélido no había espacio para ella. Fue duro de aceptarlo y sintió rabia por el, por todo. Sus emociones ya no eran suyas y había perdido la capacidad de ser razonable.

Pateo la llanta del auto que estaba justo frente a ella encendiendo su alarma, gritó frustrada con las lágrimas nublando su vista y tiro de su cabello rabiosa. Ese había sido el fin de todo, el último motivo que le hacía falta para abrir los ojos y aún así seguida doliendo, mucho más que antes.

Subió los escalones cuando el cielo relampagueó fuertemente y la lluvia comenzó a caer en picada, pero se llevó una sorpresa más, que era peor que la anterior. El momento de afrontar la verdad y de entre todas las personas, era William al que no podía verle la cara.

Se quedo muda, quieta observando como los ojos verdes de William estaban llenos de dudas, rezo y espero que no hubiera presenciado nada porque era muy vergonzoso. Pero su cara lo dejaba bastante claro. Por un momento se olvidó de cómo hablar y las rodillas le temblaron tanto que estuvo a punto de caer.

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