CAPITULO 66 - EMPEZAR DE NUEVO

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Empezar de nuevo contigo

Antonio

Mantengo la respiración tan silenciosa mientras mis pasos se vuelven sigilosos por el pasillo. Aprieto el arma en mano y a la vuelta del pasillo me aseguro que esté despejado.

Volteo a ver a Cecilia y Beniel dándoles la señal y avanzan por delante de mí a los otros dos. Tomo el frente siguiendo el camino de sangre y las lámparas se prenden y apagan constantemente. La explosión anterior dañó la electricidad pero eso no es problema para nosotros.

Nuestra vista funciona mejor en la oscuridad a comparación de los licántropos, es como la visión de rayos X que manejan los humanos. Percibo un vampiro a 10 metros atravesando una de las puertas.

Ahí estas.

Cecilia regresa dándome una mirada cómplice y asiento. Si es lo bastante imbecil estará dispuesto a volar el lugar con nosotros en el. Abajo las calles de Noruega están en llamas, vine hasta aquí por Ezequiel Cossio un miembro más de los aurtacas y sus malditos planes me jodieron de la peor manera.

Cada que lo recuerdo solo aumenta el ácido en mi boca y más me afano por terminar a cada uno de ellos, que no se dan por vencido y no ven que no tienen salida conmigo. Jamás van a poder contra mi imperio y se aferran a lo imposible.

No se mueve y está a la espera, no va arrojarse por el ventanal ya que está herido y eso lo mataría casi al instante por ser incapaz de mantenerse de pie.

Un grupo de soldados se avecina y son los hermanos quienes se hacen cargo mientras yo voy hasta Ezequiel. Pateo la puerta entrando y me apunta con el arma mientras se sostiene el abdomen ya que lo atraviesa una estaca.

—La curiosidad te trajo hasta este punto—hablo—y tu Ezequiel jamás debiste husmear, pero eres una rata de alcantarilla que se alimenta de lo que encuentre.

—¿No estuve equivocado verdad?—le tiembla la mano con el arma—¿Ya mataste a tu puta o aún la escondes?

—Jamás la van a encontrar—sentenció.

—El si, siempre lo hace.

Descargo mi fuerza sin moverme en lo absoluto y cae de rodillas con las piernas y brazos doblados en ángulos extraños. Beniel entra a prisa junto con Cecilia desviando un segundo mi atención.

—Si me muero, ustedes se van conmigo—dice Ezequiel saltando un control que libera gas con armonio pero eso no es todo, son las bombas que comienzan a detonar—que reine la nobleza y los sangre pura mueran.

Rápidamente corro hasta el ventanal con el par de rubios atrás y saltamos rompiendo este a una altura de más de 30 pisos. No pienso irme sin mi botín así que con el látigo lo traigo al precipicio. El edificio estalla en escombros que salen disparados y caigo al asfalto con ambos pies. El grito de la rata es lo único que se escucha antes de llegar al suelo, su cuerpo se quiebra por completo y los huesos de las costillas atraviesan su tórax.

—Reúnanse con los demás—les ordeno.

Yo me marcho por mi lado arrastrando lo mío por la grava y ya no sé qué hacer para verlo sufrir hasta que llore como cobarde así como lo hizo Ahmed cuando me tome mi tiempo para torturarlo.

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