CAPITULO 71 - 01.12.27

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Canadá 01.12.27

Antonio

El trabajo es una de las cosas que nunca se acaba y menos para alguien como yo. El peso de las responsabilidades es una de las cosas que más atosigan mi existencia, pero la ambición comienza absolutamente todo.

Soy dueño de casi todo el puto mundo y digo "casi" por que aún hay habitantes que me estorban tales son como los perros que abundan como ratas y en vez de morirse, se reproducen como cucarachas. De ahí en fuera todo es mío.

No me hace falta nada hipotéticamente, me muevo a donde quiero y tengo lo que se me pueda antojar en el momento que me de la gana y sin embargo sigue sin satisfacerme esa sensación de ser deseado y admirado por el sexo opuesto.

Antes me la pasaba en puteros para distraer mi jodida mente y se volvió una rutina constante de cada noche hasta cierto tiempo que encontré otra manera de hacerlo y vaya que me gustaba.

Las noches con putas se fueron y solo está con una sola mujer que dormía mucho y sus ronquidos me desquiciaban. Ahora llego a una cama vacía y fría que ni si quiera toco, nada me llena por que esa maldita me mal acostumbro a su presencia, a verla.

Me enardece acordarme de ella y su maldita terquedad. Pero si soy honesto conmigo es la envidia lo que más me enfurece, por que ciertamente está viendo por los que quiere, se sacrificaría por ellos y yo no entro en esa categoría.

Prefiero apartarme y tratar de olvidarse de mí que en vez de esperarme. Al principio me causaba gracia por que a mi nadie me olvida y no lo hará, la última vez que estuvimos juntos me lo dejo muy claro. Su cuerpo me correspondió como siempre lo ha hecho, no pudo resistirse.

Maldita.

Como la detesto, solo tenía que esperarme y como siempre de impulsiva actúa por carácter ¿Tan mal fui demostrando lo que sentía por ella? Puede que si, pero lo dije. Yo no soy ni seré bueno jamás, soy un maldito por naturaleza, sin embargo por ella estaba intentado lo contrario, solo por ella. Mierda, era mi maldita excepción y no le importo por que en menos de nada ya estaba en los brazos de ese sarnoso.

Pensarlos juntos me da cólera y solo aumenta mi mal genio. Quiero matarlo, deseo tanto bañarme las manos con su sangre y lo haría tan lentamente que esperaría a que sanara para volver a abrir las heridas y agonice de dolor. Después le arrancaría los testiculos y se los metería en la boca para que los tragase.

Me dejo caer en el sofá aflojándome la corbata y Beniel hace lo mismo frente a mi. Gabriel se quita los lentes oscuros y Janvier se dispersa junto con los que siempre me acompañan. La maldita luz del sol no puedo soportarla y termino pidiendo que cierren todas las cortinas.

—Se acerca la navidad —dice Beniel recordándome esa época ridícula que ni si quiera festejamos— ¿Estas seguro que no quieres volver?

—No, ¿Como por que querría? —respondo fastidiado.

El rueda los ojos.

—Para estar cerca de nosotros —bufa— ni si quiera te gusta aquí y me parece absurdo que te mudes.

—Hago lo que se me da la gana y aquí me voy a quedar. Es mi última palabra así que deja de insistir.

LINAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora