CAPITULO 41 - SIEMPRE MIA

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Siempre mía.

Antonio

Si pudiera medir con algo mi furia diría que se compara a la intensidad de un maldito terremoto, aprieto el volante de mi auto haciéndolo añicos. La ira me ciega y todo se torna de rojo, no pienso, no razono y estoy a nada de desbordar un caos.

Me consume la furia y quema por mis venas. Conduzco por las calles de Nueva York pasándome los malditos semáforos sin importarme a quien me lleve por delante.

Mi prometida, mi mujer.

Las palabras de ese sarnoso se repiten en eco por cada parte de mi cabeza. Hija de perra.

Es una maldita mentirosa como todas las mujeres, por eso las odio y no tengo interés por ellas que no sea sexo. Su cara aparece en mis ojos clavada como un recordatorio de todo lo que acaba de suceder en los últimos minutos. Todo el maldito tiempo la subestime, subestime el hecho de su procedencia, ¿como no pude darme cuenta?.

Una mujer como ella no podría fijarse en alguien insignificante y vaya que no fue nada estupida al emparejarse con un tipo con el poder suficiente para protegerla y darle una vida plena pero no es más que yo. Nadie en este maldito mundo está a mi altura y jamás lo estará porque antes de joderme a mi, yo me los chingo a todos.

Mi apellido jamás ha estado por debajo del de nadie, fuimos el clan más poderoso que ha existido y nuestro único igual siempre fue el Tepes aunque de él no quede absolutamente nada, a si que un maldito animal no vendrá a decirme que hacer ni mucho menos obtener obediencia por mi.

Arrasó con las calles de la ciudad y nadie puede decirme algo, ni siquiera las autoridades. Yo soy intocable y mi ego no puede haberse elevado más después de esto. Mis labios se curvan en una sonrisa siniestra y me miro al espejo retrovisor viendo como mis ojos arden como el verdadero demonio que soy.

El orgullo me avasalla el pecho ahora que lo veo de otro modo, le he quitado lo más preciado a mi rival sin querer hacerlo. Lo está matando por dentro el que yo tenga a mi merced a su querido diamante que ya he usado varías veces.

La humillación que le he echo pasar sin duda es la más grande que experimentará el resto de su vida, "su prometida" a la que hace llamar con orgullo se está revolcando conmigo su mayor obstáculo para ser el número uno en la cadena. ¿Que sentiría saber que ya me comí lo que estaba reservado por derecho a él?.

Me encantaría escupírselo en la cara aunque posiblemente lo haga en el momento que decida dársela, por qué de eso no hay duda. Anteriormente me dije que sería mi entretenimiento hasta que se me diera la gana y jamás la soltaría, pero ahora que lo pienso si le daré lo que quiere.

Le regresaré lo que vino a buscar, no sin antes haberla dañado lo suficiente, porque juro que de mi no se olvidara nunca, su cuerpo jamás podrá causarle lo que yo hago. Esa mujer primero fue mía y lo será siempre a donde quiera que vaya. Haré que le repugne tanto verla y me vea a mi cada que la toque, que pierda el interés en acercársele y me odie por haber matado a la mujer que conocía.

Ella no será la misma después de mi, soy su perdición. Yo soy un veneno que se introduce por la piel pudriéndote todo por dentro, las mujeres saben lo que obtendrán de mi, no solo es placer, es cavar su propia tumba. Soy el deseo de ellas y la pesadilla de los hombres. De mi jamás se obtiene nada bueno y esa será la venganza más dolorosa que podré labrar contra el.

LINAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora