CAPITULO 7 - EL DIA QUE COMENZO

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El día que comenzó todo

Clarissa

El frío inunda mi cuerpo poniéndolo a temblar incontrolablemente. Me siento muy cansada, incapaz de hacer algo al respecto para seguir huyendo de la pesadilla que acabo de dejar atrás. Una prenda aromatizada con colonia masculina me avasalla los sentidos y es tan suave que me recuerda a la sensación de ceda acariciando mi piel. Unos brazos me sostienen con dominio, inmovilizándome cuando intento estirarme en medio de mi estado de seminconsciencia. Desorientada, abro los ojos distinguiendo al cielo y la luz de la luna junto con la brisa fresca de la noche.

El recuerdo de Bryony siendo una victima de Erik, es un latigazo a mi tórax, como el de Atenea y sus ojos llorosos suplicantes, llenos de decepción y dolor. Sus ultimas palabras aun se repiten en mi cabeza y cada experiencia es peor que la otra, ni siquiera lo que pueda restarme de vida, seria suficiente para borrar todo eso de mi cabeza.

Todas las chicas que vi siendo violentadas, todas las que vi irse y suplicar compasión que nadie les dio, el cadáver de la mujer del ácido, la del club. Todas ellas victimas de criaturas inhumanas que no sintieron nada ante su sufrimiento y no puedo evitar llorar, sollozar y enterrar mi rostro en el pecho del hombre que ni siquiera conozco. Me siento hecha un asco, sucia y contaminada. Mi desconsuelo no tiene solución y mas si me considero rota y sin escapatoria. Jamás creí llegar a vivir mi peor pesadilla y este momento suplico llorando sangre, gritando que ya tuve suficiente.

Otras manos intentan apartarme del desconocido y me aferro con más fuerza como si fuera mi única salvación que evita que vuelvan a hacerme daño porque tengo miedo. Estoy temblando y sumamente asustada. Siento que si me suelto, van a regresarme a ese horrible lugar o me castigaran. Insisten en tomarme de las muñecas y mis uñas se aferran como un animal a su camisa.

—No me dejes sola... —musito con un hilo de voz— no me toquen.

Nadie habla, no puedo escuchar ninguna maldita voz y tampoco tengo valor para mirarlos a la cara, me golpeaban cada que los retaba y gritaban "mirada al suelo", pero esta vez es diferente. No quiero luchar porque no se que van a hacer conmigo.

Los motores de la fila de camionetas se encienden poniéndome de nervios y nos metemos al interior de una. No soy tan tonta como para intentar zafarme y salir huyendo al denso bosque. Mi instinto de supervivencia tiene el poder de paralizarme el cuerpo y arrebatarme las palabras para no objetar algo que me traiga consecuencias. Yo soy una, ellos son varios.

Mis músculos están tan tensos que resulta doloroso a causa del pánico. Tengo frío y empiezo a temblar con espasmos violentos que me hacen castañear los dientes, pero no se si sea realmente por eso o por la tortura mental que estoy viviendo. Me siento traumatizada, a nadie jamás le desearía ver y vivir lo que yo allá adentro. Las misma advertencias se repiten consecuentemente en mi cabeza, una y otra vez recordándome lo que otros me dijeron y las amenazas que juraron cumplir.

Quiero que paren, quiero que se callen, no quiero escuchar mas. Es como una película inevitable. Hace mucho que la paz se acabo para mi y mis peores pesadillas me están destruyendo. Estoy dentro de la barbarie de la que quiero sobrevivir, pero no tengo oportunidad. Por un momento recuerdo que estoy respirando al sentir las lagrimas que se deslizan por mis mejillas.

Una mano fría me sujeta el mentón enrizándome la piel, quiere mi atención y el aura pesada no me permite oponerme, es como si algo en mi interior supiera que justo en este momento, corro más peligro que los días anteriores. La fragancia que me causó impacto inunda el ambiente callando mágicamente todas las voces en mi cabeza y dispersando la pesadilla. 

LINAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora