CAPITULO 13 - ARREPENTIMIENTOS

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Arrepentimientos

Clarissa

«Mal mal mal» es lo único que se repite en mi cabeza mientras tengo un debate entre mi cuerpo y mente. He caído como adicta a la droga de sus besos, de su tacto, de él. No tengo idea de lo que estoy haciendo pero no puedo parar, mi cuerpo no quiere ya que está actuando sólo como si estuviera poseso donde no tengo el control y aunque lo tuviera, no sería fácil.

Henrry me viene a la mente evocando las pocas veces que nos tocamos y lo dulce que eran sus caricias llenas de cariño con besos suaves sin pasar a otro nivel que pudiera mal interpretarse, jamás quiso ir lejos por algo a lo que llamaba respeto hacia mi y nunca tuve problemas con ello, al contrario, me parecía muy dulce.

No puedo evitar compáralo con Antonio, él no es para nada suave ni contemplativo, es todo lo opuesto a lo que había experimentado, sus manos se mueven con suma experiencia sobre este cuerpo que jamás ha sido tocado de tal manera tan intima y dicho descubrimiento me gusta ahora que se que puede llegar a sentirse mejor de lo hubiera pensado jamás.

No era excelente chica en el aspecto de mis acciones, porque nadie es perfecto, pero en este momento, justo ahora me siento vulnerable, inexperta y honestamente no sé mucho sobre qué hacer, como tocarlo de la misma manera en que él lo hace conmigo, pero tal parece que no se está fijando en eso o quizá no le importa y solo quiera tener el domino.

Toma mi boca con braveza mordiendo e introduciendo su lengua que se desliza con la mía en medio de los besos desesperados. Nada de lo que hace es tierno , cada movimiento, caricia o beso están llenos de lujuria pura que aumentan mi excitación y corre el riesgo de quemarme.

Me siento a horcadas sobre él cuando retrocedemos al sofá y baja sus manos a mi culo estrujándolo y metiendo las manos por debajo de la licra de mi prenda para magrearlo y golpearlo con posesión, cosa que me eleva gimoteando y desabotonó su camisa con afán dejando descubiertos sus perfectos pectorales sin un bello cubriendo la suave piel.

Me aparto de su boca en busca de aire y bajo pasando la lengua por todo su pecho, lamo, muerdo y succionando como si estuviese devorando un majar. Su garganta suelta leves jadeos varoniles que son música para mis oídos y me incitan a moverme a su cuello, pero no me lo permite ya que me toma del cabello haciéndome regresar a su boca antes de que entierre el rostro en esa curva. Su reacción grotesca me deja desconcertada «¿hice algo mal?».

—Jamás me toques allí —ordena y asiento sin entender el porqué— no vuelvas a intentar besarme en el cuello.

Me distrae, atrapando mi labio inferior, mordiéndolo antes de que pueda objetar una palabra. Su mano toma mi camiseta en un puñado y la rompe tirando hacia abajo, dejando mis pechos al completo descubierto «ahh joder».

Comienzo a mover las caderas en busca de fricción y mi piel se eriza con el aire tibio del ambiente que mantiene cálido la chimenea. Antonio los mira por un segundo y los sujeta con ambas manos apretándolos mientras eleva la pelvis a propósito para encajarme su erección y lo único que provoca es que aumente mis balanceos sobre su cuerpo «está demasiado duro y me aterra la magnitud de lo que estoy sintiendo».

Sus largos dedos se ciernen sobre mi cuello arrancándome un gemido y se inclina chupando mis pechos. Manteniéndome quieta y expuesta para su boca. Mi humedad ya rebasó los límites de prudencia hasta ser notoria y traspasar la tela de mi short y me abarca una sensibilidad impresionante, siento que mi piel está enrojecida por un rubor bochornoso que amenaza ponerme peor que la chimenea a mi espalda.

LINAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora