CAPITULO 64 - TRANSILVANIA

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Transilvania Rumania ~

Antonio

¿Es normal que aveces escuche que las paredes hablan?

—No, no lo es—contesta—ellas guardan milenios de secretos, han visto los años pasar, nuevos reyes nacer y morir.

—Da miedo, me gusta—confieso y ella ríe.

—Tu padre dijo exactamente lo mismo cuando era joven—me toma en sus brazos y él olor a flores me hace recostar la cabeza en su hombro—¿Te gusta estar aquí Antonio?

—Si, es nuestro hogar.

—Lo es, pero este castillo es más que un hogar para mi.

—¿Por que?—volteo a verla.

—Por que el día que perezca, mi mente y mi voz seguirán viviendo justo en estas paredes.

—Yo no quiero que me dejes solo madre.

—Jamás vas a estar solo amor, yo siempre iré detrás de tu espalda cuidándote incluso aunque no me veas y cuando tú visites este lugar mis brazos te darán la bienvenida a tu hogar.

—¿Cuando va a regresar padre?—pregunto.

—Pronto—se sienta en una mecedora conmigo—pronto...

Su voz me canta una canción que siempre me hace dormir, sus brazos me abrigan y rodean como una manta. Madre siempre lo hace conmigo y para padre, él la observa como yo en este momento y sus ojos de entre nosotros dos, son los que más brillan. Ella dice que es algo inigualable de las mujeres y yo le creo, por conozco a otra que destella a su manera.

Este lugar desde hace mucho que dejo de ser mi hogar, ya no se siente así y se tornó insoportable por que solo me causa estragos en la cabeza, solo me atraviesa y juega conmigo.

Estas paredes se volvieron tan frías como invierno y más oscuras que la noche. El lugar donde yace mi reino, el corazón de la dinastía que una vez estuvo completa.

Mi cabello gotea en el agua de la bañera y las gotas hacen eco por, jamás había estado tan quieto como ahora. Deslizo la mano por la pierda negra tallada y hasta su textura antigua guarda recuerdos, el fuego de las velas se mueven por un aire inexistente y quiero silencio, no quiero escuchar nada pero mi mente no está en paz.

El agujero en mi interior me sume de nuevo al abismo que ha tomado el poder y se hace más grande. La bañera se hace más extensa y me desliza hacia el agua.

—Silencio, esta vez no quiero que me cantes.

Cierro los ojos y el agua permanece tan quieta como mi cuerpo. Odio aquí, cada segundo qué pasó en estas paredes es una eternidad ¿Alguna vez le encontrare el sentido de nuevo? No lo creo.

Si pudiera callar mi cabeza lo haría, si pudiera hacerme olvidar a mi mismo también lo intentaría. Una vez intenté arrancarme lo que protege mi pecho por dentro y apenas pude sostenerlo antes de caer, lo hice una y dos, tres y cuatro veces, pero nunca pude sacarlo. Ya nada me quedaba, había perdido lo único que me mantenía de pie en este mundo, fallé y lo pagué caro. Me quede solo para afrontarlo y por una vez me cuestione si el infierno sería un lugar mejor que esto.

LINAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora