Capítulo 77: La luna

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Jane fue con Doug a llevar al Hada Madrina a su habitación para que descansara. Mientras, fui a la entrada de la Academia Áuradon a esperar a los demás y, un par de minutos después, los vi aparecer, lo cual me hizo sonreír, emocionada.

-¡Eh, Tan!, me saludó Ben.

Fui corriendo hacia ellos y tomé a Mal de las manos.

-¿Estáis todos bien? ¿Tú cómo estás?

- Yo estoy bien, pero ella, no, dijo señalando con la cabeza a Audrey, a la que llevaba Jay en brazos.

Me acerqué a ella y observé su vestimenta rosa y su pelo rubio platino con mechas de colores. Volvía a ser ella, pero estaba inconsciente y, aunque últimamente, habíamos perdido un poco el contacto, Audrey era mi amiga de toda la vida. Tal vez había sido un poco envidiosa respecto a Mal como la nueva reina, pero tenía sus motivos. Ella siempre obedeció a su familia, hizo lo correcto en todo momento, cumplió con sus obligaciones y fue buena persona, pero cuando llegó Mal y Ben se enamoró de ella, dejándola completamente de lado, su vida se torció. La gente de Áuradon empezó a darle la espalda y su familia se sintió decepcionada por no haber conseguido ser la reina, cosa de la que ella no tenía ninguna culpa. Su abuela le hizo sentir inferior a su madre por no estar con Ben, pero ella no hizo nada malo. Le tenía guardado rencor a Mal desde que usó un hechizo contra él, pero cuando este se rompió, Ben demostró seguir enamorado de ella sin magia de por medio y nadie tiene la culpa de enamorarse. Esa lección la aprendí yo hace un tiempo respecto a Carlos y Jane y, aunque podría haberme vuelto una villana, no lo hice porque quería a ambos y me parecía bien verlos felices juntos. Igualmente, entendía muy bien a Audrey y me dolía verla así.

- Llevémosla cuanto antes a su habitación, dije yo.

Todos asintieron y fuimos yendo al interior de la academia.

-¿Encontrasteis al Hada Madrina?, preguntó Carlos.

- Sí, se había convertido en piedra.

-¿Y se encuentra bien?, preguntó Evie, preocupada.

- Sí, tranquilos. Jane está con ella.

- Menos mal, dijo Carlos.

-¿Y tú estás bien, Celia?, pregunté sonriéndola.

- Sí, aunque lo he pasado mal. Creía que me iba a freír viva con el cetro, dijo, aún recuperándose del susto.

Yo sonreí y le di un abrazo amistoso. Estaba claro que ya éramos amigas y como predije cuando nos conocimos, nos acabamos llevando muy bien.

Entonces, llegamos a la habitación de Audrey y Jay la acostó con mucho cuidado sobre su enorme cama con un edredón rosa pastel de la tela más blanda y cómoda que había en el reino. Me senté en el mirador de la ventana al lado de Celia; Carlos, en una silla y Harry, en un sofá con los pies apoyados sobre una mesita. Jay se quedó andando de un lado a otro, pensativo, Ben y Uma se quedaron de pie frente a la cama y Mal e Evie se sentaron a ambos lados de esta en dos sillas. Mientras tanto, la dulce Audrey dormía profundamente.

- No va a despertar, dijo Evie, apenada.

Mal agachó la cabeza y la apoyó sobre la cama. Al instante, la elevó, suspirando. Al parecer, tenía una idea.

- Sólo hay una persona que quizá pueda hacer algo ahora. Es Hades.

-¿Hades? No lo hará. No nos arriesguemos, dijo Ben.

- Quizá lo haga por mí - dijo Mal - Es mi padre.

En ese momento, hubo un gran silencio en la habitación. Miré a Celia, impactada, y ella asintió. Al parecer, ya se había enterado de ese secreto. En realidad, todo tenía mucho más sentido. El pelo de Mal se había ido cambiando de color a azul intenso desde que cogió la brasa de Hades. Además, él no puso quejas ni se la intentó quitar y dudo que la brasa funcionase con alguien que no fuera él o alguien de su familia, pero claro, no tendría el mismo poder con Mal que con el propio dios del inframundo.

La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora