Capítulo 5: Amigos

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Seguíamos buscando a Colega y llegamos a un claro que nos cegó por unos instantes. Era precioso y había una naturaleza variada y extraordinaria. Había muchas flores, plantas exóticas y animales muy raros. Prácticamente, fantásticos. Como sacados de un sueño.

-¡Guau...! ¿A qué se debe todo esto?, preguntó Ben.

- Tal vez a la magia de mi madre, dijo Jane.

-¿Qué? ¿Tu madre hechizó el bosque?, preguntó Chad.

- Sí, bueno...no lo hizo a posta. Pero mirad la parte positiva, hay un rinconcito de magia en Aúradon. Y, además, es precioso.

- Sí, me recuerda a la selva, pero más...peculiar, dije yo.

-¿Echas de menos la selva?, preguntó Lonnie.

- Cada día. Es mi casa. Mi lugar seguro.

Lonnie me pasó la mano por los hombros y nos miramos con una sonrisa. Mientras, seguimos avanzando, hipnotizados por esas plantas tan raras.

-¿Qué especie de flor es esta?, preguntó Doug inspeccionando la zona.

De repente, una de las flores creció y multiplicó su tamaño 3 veces. Doug estaba paralizado, mirando a esa flor que le superaba de altura. Gritó y, cuando quiso escapar, la flor se lo tragó.

-¡¡Doug!!, gritó Ben, asustado.

De pronto, otras flores empezaron a moverse y a lanzar esporas. Audrey, Jane y Chad no dejaban de chillar, Ben intentaba sacar a Doug de la flor encantada y Lonnie y yo esquivábamos a las demás como podíamos. Cogimos unos palos y golpeamos las esporas haciendo que las flores volvieran a su tamaño. Pero entonces, una flor violeta echó un líquido de color verde que derritió el terreno y lo dividió en dos.

-¿Qué está pasando?, preguntó Chad, al borde del colapso.

-¡Se está abriendo una grieta!, gritó Jane.

-¡Es el fin!, exclamó Audrey dramáticamente.

- Tranquilos, vamos a salir de esta, dijo Lonnie no muy segura de ello.

-¡Vamos, Doug! Ya casi está..., dijo Ben sacando a su amigo de esa flor carnívora gigante.

Fui corriendo hacia allí para ayudarles y, al sacar al pobre Doug de la boca de esa flor, tropezamos y se abrió una grieta enorme que hizo caer a Jane, Audrey y Chad.

-¡¡Jane!!, grité asomándome.

-¡¡Audrey, Chad!!, gritó Ben.

Los tres estaban agarrados a un borde y, poco a poco, fuimos bajando en cadena hasta alcanzar la mano de Chad.

-¡Te tengo, amigo!, dijo Doug. Ben le ayudó y le subieron arriba.

-¡Eso es, Jane! ¡Ya está!, dijimos Lonnie y yo ayudándola.

Audrey se resbaló un poco y gritó mientras se le escapaban las lágrimas. Ben intentó agarrarla pero casi acabó cayéndose él, así que Lonnie y Doug le sujetaron a tiempo.

-¡Audrey! Ya te tengo...¡dame la mano!, dije alargando el brazo.

Ella estaba paralizada por el miedo y no dejaba de resbalarse.

-¡No puedo!

-¡Dame la mano!, grité. Pero Audrey no lo hacía.

-¡¡Vamos, Audrey!!, la animó Ben.

-¡Tú puedes!, gritaron los demás.

- Ya casi está, Audrey. Dame la mano...¡Vamos!

Audrey me miró con los ojos vidriosos y, por fin, me dio la mano. Sin dejar de gritar, la conseguí subir hasta salir de la grieta.

Todos salimos corriendo y antes de que abandonáramos aquel claro, vimos a Colega que salía hacia nosotros de entre los arbustos.

-¡Colega, menos mal! ¡Vámonos!, dijo Ben.

Tomó al cachorro en brazos y volvimos a la entrada del bosque a toda prisa y con el corazón latiéndonos a mil.

Audrey estaba llorando y se palpaba el vestido, que estaba destrozado. Jane y Chad también se sacudían mientras recuperaban el aliento. Estábamos todos muy asustados. Mientras, el pobre Doug se limpiaba las gafas y a sí mismo del líquido pringoso que había en el interior de aquella flor gigantesca que casi se lo come vivo. Lonnie, Ben y yo estábamos ayudándoles y, después de abrazar a Jane para tranquilizarla, me dirigí a Audrey. Ella me miró, algo avergonzada. Tenía los ojos rojos y sollozaba sin parar.

- Siento...que tu vestido haya acabado así, dije señalando la falda rota con la mirada.

Audrey se secó las lágrimas y se acercó a mí.

- Tania...gracias. Me has salvado la vida - dijo con un hilo de voz - Creía que me ibas a dejar ahí y que cayera al vacío.

-¿Qué? Jamás. ¿Por qué iba a hacer eso?, pregunté, algo extrañada.

- Porque me he portado muy mal contigo desde que empezaste el curso. Y me siento fatal. Soy una princesa horrible.

- No digas eso. No eres horrible, ¿me oyes? - dije tratando de sacarla una sonrisa - Tal vez, un poco quejica, pero te perdono.

Ambas nos miramos y echamos una risita.

- Nunca te dejaría caer. Somos amigas, ¿no?, dije poniendo mi mano sobre su hombro.

- Sí...claro que sí - dijo secándose las lágrimas y dándome un abrazo - Y que sepas que me parece que tienes que ser muy valiente para moverte por los árboles. Tiene que ser peligroso.

- Lo es. Pero, en cierto modo, me gusta lo peligroso. Tiene su parte divertida.

Audrey me miró confusa y nos volvimos a reír juntas. Aunque me había parecido una niña caprichosa y consentida desde un principio, no pude evitar sentir un alivio tremendo al verla arrepentida. La correspondí y me sentí mucho más segura sabiendo que, por fin, contaba con su amistad de verdad y que ya no me juzgaría nunca más. O al menos, no tan a menudo. Una de las normas de Áuradon era respetar a todas las personas por igual y ella prometió que lo haría conmigo. Los demás sonreían al vernos en paz.

Al cabo de un rato, volvimos hacia nuestros cuartos. Todos teníamos que darnos una buena ducha. Incluido Colega, que estaba lleno de ramitas y tierra por todas partes. Ese día por fin me hice amiga de Audrey y Chad, al menos más que antes, y amplié mi pandilla. Ben era mi mejor amigo, siempre tan amable y comprensivo. Jane era mi mejor amiga, aunque a veces se quedaba callada y no hablaba casi, pero yo la quería muchísimo porque sabía el gran corazón que tenía. Lonnie era un encanto y siempre estaba ahí para escucharme y hablar de cualquier cosa si lo necesitaba. Doug me ayudó a estudiar aquellas asignaturas que me costaban más e incluso me mostró lo bueno que era tocando la trompeta junto a la banda. ¡Era y sigue siendo un gran músico! Además, yo le enseñé a hablar gorila, tal y como le había prometido, y no se le dio nada mal. Chad era el bromista del grupo y aunque a veces me ponía nerviosa, en el fondo me caía bien. Y Audrey tenía sus momentos de princesa ñoña y quisquillosa, pero era muy cariñosa en el fondo. ¡Esos eran, son y siempre serán mis grandes amigos! ¿Haría más a partir de entonces?

La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora