Capítulo 37: El sueño

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Aquel fue un día maravilloso junto a mis amigos, pero con tantas emociones, acabé agotada. Me dormí rápidamente, nada más aterrizar en mi cama. Sin embargo, esa noche pasó algo muy raro durante mi sueño.

Me desperté en la cubierta de un enorme barco lleno de moho y con velas raídas. El cielo no lucía claro y despejado como en las alegres tierras de Áuradon, sino más bien, encapotado y con nubes negras que parecían anunciar tormenta. Además, había algo que me separaba del cielo. Era como una capa transparente, un muro mágico que impedía cruzar al exterior. No entendía absolutamente nada, así que me levanté enseguida. No vi ningún castillo, ni jardín de fresca vegetación, ni a ninguno de mis amigos, ni a nadie de la Academia Áuradon a mi alrededor.

Entonces, corrí hacia la barandilla y contemplé una gran ciudad sucia, destartalada y, aparentemente, sin vida. 

-¿Qué es este sitio?, me pregunté a mí misma, algo angustiada.

Bajé la plancha lentamente, anonadada, mirando a todas partes. Me adentré en la ciudad en ruinas y observé los puestos de comida caducada que me provocaron ganas de vomitar. Sólo había fruta mohosa, patatas fritas podridas y toda la mercancía estaba tirada por el suelo. Me fijé en las paredes, en las que había carteles en los que ponía: "Larga vida al mal". En otros, estaban garabateadas las caras de Bestia y del Hada Madrina con cuernos de diablo y bigote y perilla en señal de burla. Todo me daba tan mala espina...Hasta que por fin caí en algo que me puso nerviosa.

- Esto no es Áuradon. Esto es...la Isla de los Perdidos, me dije a mí misma retrocediendo.

-¡Premio!, escuché decir a una voz femenina detrás de mí.

Me giré bruscamente y vi a una chica un poco más alta que yo que me miraba fijamente con un brillo malicioso en los ojos. Tenía el pelo azul claro con muchas trenzas, ropas rasgadas de colores turquesa, morado, marrón y negro, un sombrero pirata sobre la cabeza y una espada escondida. Parecía recién salida de lo más profundo del mar.

-¡Qué susto me has dado! - exclamé, algo intimidada - Tranquila, no quiero hacerte daño. ¿Quién eres?

Ella no dijo nada y se fue entre los arbustos. Me puse tensa, mirando a todas partes por si aparecía la chica esa tan extraña. De pronto, me giré hacia otro lado y ahí estaba, observándome con odio y desdén. Pero esa vez, me di cuenta de que no estaba sola. De detrás suya salieron otras dos siluetas. Se trataba de dos chicos. Uno llevaba el mismo gorro de pirata decorado con una pluma blanca, una casaca roja sobre una camisa raída grisácea y una espada. El otro llevaba puesto un pañuelo naranja oscuro en la cabeza, un chaleco naranja y marrón, guantes amarillentos, otra espada y, además, era aún más musculoso que el primero. Me daban tan mal rollo que empecé a retroceder.

- Eh...hola...yo soy Tania...Encantada de conoceros. ¿Y vosotros...?

Ninguno de los tres dijo nada, pero me apuntaron con sus espadas y empezaron a caminar hacia mí amenazadoramente. Yo no lo entendía porque no había hecho nada que les pudiera haber enfadado. De pronto, me invadió el pánico. Estaba sola, rodeada de esos tres desconocidos que cada vez se acercaban más.

-¿Qué estáis haciendo? ¡Quietos!, exclamé poniendo mis manos delante de mí para protegerme.

-¡Atacad!, ordenó la chica, furiosa.

-¡Noooooooo!, grité.

-¡Tania! - oí a alguien llamándole de lejos - ¡Tania!

De repente, justo cuando los tres piratas se disponían a atacarme, sentí un fuerte dolor de cabeza y me incorporé de golpe de la cama. Estaba jadeando y acalorada. Entonces, miré a todas partes y vi a Mal, Evie, Carlos, Jay, Jane y Ben a mi alrededor mirándome con preocupación

La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora