Mal, Evie, Carlos, Jay y yo ya habíamos estado un buen rato trepando y corriendo por la selva. Nos topamos con muchos gorilas y otros animales. Y después subimos los cinco a una roca enorme desde la cual se podía ver una pradera preciosa.
-¡Hala, me encanta ese sitio! ¿Podemos descansar allí?, preguntó Mal, un poco cansada.
- Buena idea. Pero...¿cómo llegamos hasta allá?, preguntó Carlos.
- Habrá que andar un poco más. ¡Vamos chicos!, respondí intentando bajar de la roca.
Recordaba haber estado más veces en esa pradera, pero ya no me acordaba tanto de cómo llegar ni de cómo era el camino. Así que cuando salté de la roca, caí a un tobogán hecho con canales de árboles huecos que llevaban hasta la pradera. ¡Pero no me lo esperaba y grité cuando caí!
-¡Tania!, gritaron los hijos de los villanos.
-¡Ya no me acordaba de esto!
- Ten cuidado...,dijo Mal.
-¡No pasa nada! ¡Es muy divertido! ¡Yujuuuuuu!, dije levantando los brazos.
-¡Me apunto!, dijo Jay acercándose al tobogán.
-¡Jay, espera!, dijeron Evie y Carlos.
-¡Venga, no seáis miedicas! ¡Vamos allááá!, gritó él tirándose.
-¡Hala!, dijeron los tres boquiabiertos.
-¡Es una pasada!, gritó Jay, emocionado.
-¡Nos vemos allí!, grité desapareciendo entre la maleza.
- Bueno, ¿quién va primero?, preguntó Carlos a las chicas.
Pero pronto cambió de cara porque ambas le miraban únicamente a él. Así que le empujaron y fue por el tobogán boca abajo y gritando a pleno pulmón. Después, se tiró Mal que se lo pasaba bomba, y luego Evie, que chillaba encogida. Mientras, en la pradera, Jay y yo les esperábamos a la salida del tobogán de árboles. Carlos aterrizó en la suave hierba de la pradera, Mal salió disparada del tobogán y cayó encima de un arbusto boca arriba e Evie salió encogida, así que cayó sentada delante mía.
-¿Todo bien, Evie?, preguntó con los brazos en jarra.
- Sí, todo en orden - dijo comprobando que seguía de una pieza - Ha sido una locura.
Mientras le cedía mi mano para levantarla, Jay ayudaba a Mal a salir del arbusto en el que se había enredado. Después, me acerqué a Carlos, que aún trataba de ubicarse.
- Bueno, ¿qué te ha parecido?, pregunté, contenta.
- Ha sido - empezó a decir - ¡una pasada! ¿Podemos hacerlo otra vez?
Todos nos reímos y después, exploramos la pradera. Contemplamos el bonito lago que había allí y nos hicimos algunas fotos. Mientras los hijos de los villanos alucinaban en colores al ver la pradera, porque claro, en la isla no había nada parecido ni en sueños, yo me fijé en lo alto de un par de árboles. Divisé una pequeña casita de madera que hizo que sonriera. Empecé a trepar por los árboles hasta ella y cuando llegué arriba, me volví a emocionar. Esa era mi casita del árbol en la que yo jugaba cuando era pequeña. Y no tan pequeña. Aquel lugarcito escondido era mi escondite y lo había echado mucho de menos. Estaba un poco desordenado y con polvo, así que me puse a recoger lo que había por ahí, abrí la pequeña y única ventana que había y la limpié.
Después, había quedado mucho mejor. Aunque no volvería allí otra vez en un tiempo, al menos estaría más bonita. Me deshice de los bichitos que había por ahí y eché a un par de ardillas que se habían colado. Y me puse a revisar mis cajones y mi pequeño armario en los que guardaba pulseras que hacía de pequeña, intentos de dibujos para mis padres y fotos de cuando era una niña. Por suerte, nadie podía entrar en mi cabaña porque yo misma guardaba la llave en la parte trasera de esta. Rebuscando entre mis cajones, encontré una foto que me hizo reír mucho. Salíamos Ben, Jane, Lonnie, Audrey, Doug, Chad y yo de pequeños. Estábamos en el décimo cumpleaños de Ben y era la primera vez que había ido a Áuradon y también la primera vez en haberme puesto un vestido de gala. Ese día fue muy especial para mí, ya contaré por qué. Así que la guardé en mi mochila junto con algunos recuerdos más, cerré la puerta de la casita y volví con mis amigos, que me llamaban preguntándose dónde estaba.
Me reuní con ellos y, tras un largo reposo junto al algo en el que se bañaban los elefantes, volvimos al campamento igual que como habíamos llegado a la pradera, saltando entre lianas y viendo criaturas de la selva. Llegamos justo a tiempo, ya que había empezado a llover. Mis padres nos dejaron la cena y se fueron a la cabaña a descansar.
- Buenas noches, Papá. Buenas noches, Mamá, dije cerrando la puerta de la cabaña.
Me reuní con los chicos, que se habían acomodado en sus lugares. Mal e Evie iban a dormir en un par de sofás que había en mi cabaña y los chicos en unas hamacas de repuesto que nos habían dejado mis padres. No eran tan cómoda como las camas enormes de nuestros cuartos en la Academia Áuradon, pero aún así eran calentitas y suaves. Entonces, una vez cenados y ya a punto de irnos a dormir, hablamos un poco para reposar.
- Bueno, espero que os haya gustado la visita a la selva, dije, sonriente mientras me dirigía a mi estimada cama.
- Sí, aunque se me ha hecho corta, dijo Jay.
- Lo sé. Pero era para que recuperarais el ánimo. Odiaba veros así de preocupados.
- Gracias por todo, Tan. De verdad, dijo Evie.
- No las deis. Os merecéis esto y más. Sé que todo este asunto no ha acabado.
-¿A qué te refieres?, me preguntó Carlos, algo preocupado.
- No podía acabarse con Maléfica convertida en lagarto en la coronación. Quedaban dudas por resolver. ¿Se escaparía Maléfica? ¿Qué harían Cruella, Jafar y la Reina Malvada al respecto? Ahora, aunque que ya sabemos eso, tenemos aún más dudas. ¿Arreglarán el mando? ¿Vendrán aquí a destruirnos? ¿Tendremos que pasar otra aventura como la del dragón de Camelot y los talismanes?
- Todo eso lo sabremos un día de estos - dijo Mal - Pero ahora, estamos más relajados por haber venido a la selva. Aunque no sé si nos durará mucho...
- Esto era una pequeña distracción para que desconectáramos de todo este lío. Pero es imposible, al parecer, añadió Evie.
- Sí. El caso es que ahora no debemos preocuparnos por vuestros padres. Tenemos que ser optimistas, centrarnos en nuestras clases y estar preparados para enfrentarnos a lo que sea, dije yo.
- Lo haremos. Si nos mantenemos unidos, dijo Jay, sonriente.
- Porque estamos podridos..., empezó a decir Mal mientras echaba una mirada cómplice a sus amigos de la isla.
- Hasta la médula, respondieron Evie, Carlos y Jay.
-¿Podridos hasta la médula?, pregunté, entre sorprendida y maravillada.
- Sí, es nuestro lema, respondió Evie.
- Nuestro grito de guerra, añadió Carlos.
-¡Mola!, exclamé yo.
- Pero no te asustes. No somos malvados, dijo Jay.
-¿Asustarme, yo? ¡Qué va! ¡Si me encanta! Yo también quiero estar podrida hasta la médula.
-¡Créeme, ya lo estás!, dijo Mal guiñándome el ojo.
Todos lo habíamos pasado muy bien, así que dormimos tranquilamente en el campamento escuchando la gotitas de lluvia que caían en el tejado de la cabaña.
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La historia de Tania Porter
Novela JuvenilHola, soy Tania Porter y soy la hija de los legendarios Tarzán y Jane. Soy una chica de selva, una loca curiosa, interesada por las aventuras y el riesgo. Os contaré mi historia, las aventuras que viví mientras estudiaba en la Academia Áuradon y cóm...