Capítulo 8: Lo veo en ti

452 23 0
                                    

Me dirigí a las pistas y, como no quería que me pillaran, me escondí tras unos arbustos cerca de las gradas. En ese momento, noté algo húmedo en mi brazo y, al girarme, vi que era la mascota no oficial de la academia.

-¡Eh, Colega! ¿Cómo estás? - le pregunté tomándole en brazos y dándole un besito en la cabeza - Mira, ¿ves a ese chico de ahí? El blanquinegro. Se llama Carlos. Acaba de venir de la Isla de los Perdidos. Pero yo, sólo con verle, diría que no es malo. ¿Tú qué piensas? ¿Crees que le gustarán los perros? Seguro que si te conociera, se enamoraría de ti.

En ese momento, como señal de respuesta, Colega se escapó de mis brazos y salió rápidamente en dirección a la pista.

-¡No, no, no, no! ¡Colega, espera! ¡Vuelve aquí! ¡Colega!, le llamé entrando en pánico.

Vi cómo el cachorro se dirigía hacia Carlos mientras este echaba a correr mientras yo me llevaba las manos a la cabeza. Pero no se detuvo. Siguió corriendo y, además, gritaba muerto de miedo. ¡Colega le perseguía y él estaba huyendo despavorido! Como no volvía, Ben fue buscarle y yo, obviamente, no me iba a quedar ahí con los brazos cruzados. Al fin y al cabo, era culpa mía haber incitado a Colega a ir a por él, aunque lo último que quería era asustarle. Así que me desplacé entre los árboles velozmente pero con sigilo y llegué hasta donde estaba Carlos, pero, como estaba oculta entre las ramas, no me veía.

El pobre estaba subido al tronco de un árbol y temblaba como un flan. Estaba realmente aterrado. Entiendo que se sorprendiera de que un perro saliera tras él, pero para que escalara un árbol para que no le alcanzase, tenía que tener mucho miedo. Lo curioso es que Colega no daba nada de miedo, al contrario, era un ser puro de lo más cariñoso que se limitó a observarle sentadito. Carlos mandó a Colega que se quedara quieto de manera histérica. En eso, llegó Ben y les calmó a los dos. Carlos dijo que su madre le había dicho que los perros eran criaturas rabiosas y asesinas de niños. ¡Qué disparate! Por un momento, sentí una punzada en el corazón imaginándome lo que tendría que haber sido la vida de Carlos junto a esa arpía. Ahora tenía aún más ganas de abrazarle. Ben le dijo lo contrario y le convenció para que acariciara a Colega. Yo, desde lo alto de los árboles, contemplaba la escena.

- Debió ser muy duro vivir en la isla, dijo Ben.

- Sí, digamos que nadie nos rasca la barriga, contestó el chico pecoso.

Ben lo miró con pena y se sintió orgulloso de su primera proclama real. Y yo, también. Había rescatado a esos chicos de una vida infernal que no se merecían. Mi amigo iba a ser un gran rey. El príncipe sonrió al ver que Carlos ya no temblaba y que hasta hablaba con Colega y le daba mimos, lo cual me hizo sonreír a mí también. Ese terror que sentía hacía unos instantes se había desvanecido. Solamente porque, por fin, Carlos había visto a un perro de cerca y había entendido que no eran criaturas rabiosas que se mueven en jaurías, como la bruja de su madre le había metido en la cabeza. Tal y como le había dicho a Colega, se enamoró de él en cuanto lo conoció. Ahora comprendo por qué Colega echó a correr tras él. Quería ser su amigo. Como yo.

- Bueno - dijo Ben posando la mano sobre el hombro de Carlos - Eres rápido, corres bien. Os dejaré un rato a solas. Para conoceros mejor.

- Gracias, Ben. Adiós, dijo Carlos.

El hijo de Cruella se sentó junto a Colega en un tronco a ras del suelo. Este le dio un lametazo cariñoso y me pareció tan adorable que quise acercarme más, pero la fastidié al hacer crujir una rama. Antes de que me descubriera, volví a mi posición y me escondí entre la maleza. Carlos se levantó enseguida, asustado de nuevo.

-¿Hola? ¿Eres tú, Ben?, preguntó, dudoso.

Decidí no contestar. Me quedé mirándole desde la rama que tenía encima, pero él no se daba cuenta. El chico fue, poco a poco, acercándose a los matorrales por si veía alguna criatura escondida. Lo que no sabía es que la criatura estaba sobre él, observándole.

La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora