Capítulo 76: El hechizo roto

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-¿Dónde crees que puede estar tu madre?, le preguntó Gil a Jane.

- Literalmente, puede estar en cualquier parte, respondió ella.

- Ya hemos mirado por la academia, ¿por qué no echamos un vistazo en la biblioteca?, sugirió Doug.

- Buena idea, tío, digo Gil.

Los cuatro fuimos corriendo hacia allí, cada vez más desesperados por encontrar al Hada Madrina. Jane estaba muy preocupada y yo pasé mi brazo por sus hombros para abrazarla.

- Seguro que está bien. La encontraremos, dije mirándola a los ojos.

- Eso espero.

- Por cierto, te queda muy bien el collar de Jarlos, dije señalándolo intentando que se sintiera mejor.

- Ah, sí, es súper bonito. Carlos es adorable.

- Estaba muy nervioso, no sabía si te iba a gustar.

- Espera, ¿tú lo sabías?, preguntó, sorprendida.

- Sí, me lo enseñó ayer. Ya sabes lo indeciso que es con todo lo que hace por ti y estaba pensando en cambiarlo por otra cosa, pero yo le convencí de que era ideal.

- Me alegro de que te hiciera caso porque me encanta.

Ambas nos sonreímos y, de repente, la voz de Doug llamó nuestra atención.

-¡Eh! ¿Qué es eso?, preguntó señalando una figura en las escaleras de la biblioteca.

-¡Vamos!, ordenó Gil.

Todos fuimos rápidamente hacia allá y, al llegar, nos quedamos helados. Habíamos encontrado al Hada Madrina, pero ni sonreía ni decía "Bididi bodidi", ya que se había convertido en una estatua de piedra. Jane la miró, apenada.

-¡Qué horror! - exclamó acercándose a ella - Hola, mamá. Eh... No sé si puedes oírme. Ha sido un día de locos. Lo bueno es que ha sido el cumpleaños más largo que he celebrado. Lo malo es que habéis sido víctimas de un hechizo. Eh... Lo bueno es que Carlos se acordaba de mi cumpleaños, ¿ves? - Jane le mostró el collar a la estatua, pero esta no la respondía e hizo que Doug, Gil y yo la mirásemos con una sonrisa triste - Vamos a buscar cómo solucionar esto. Encontraremos cómo arreglarlo, mamá, dijo Jane antes de suspirar con tristeza.

Yo posé mi mano sobre su hombro y miré fijamente a los ojos de piedra gris del Hada Madrina. Ella y su magia estaban bloqueadas, así que sólo podíamos esperar a que Mal y los demás encontrasen a Audrey para deshacer su hechizo en todo Áuradon.

Al cabo de unos minutos, sonó un trueno y el cielo se oscureció hasta volverse negro. Me levanté impaciente a caminar mientras pasaba el tiempo y, de repente, escuché un rugido a lo lejos. No parecía ser de una bestia en la que Ben se hubiera vuelto a convertir, sino uno mucho más potente. Me separé un poco de donde estaban sentados Jane, Gil y Doug y vi que, sobre el tejado de la Academia Áuradon, estaba Audrey, que había secuestrado a Celia y la había retenido como rehén. Entonces, del suelo emergió un humo morado que ya había visto antes, concretamente, hace unos meses en aquel barco donde Mal se enfrentó a Uma, antes de que esta desapareciera sin dejar rastro y, también, cuando Hades quiso escapar de la Isla de los Perdidos, pero Mal consiguió encerrarle de nuevo.

La hija de Maléfica se había vuelto a transformar en un dragón morado con los ojos de color verde fluorescente y empezó a atacar a Audrey para intentar derrotarla y, así, salvar a Celia. Mal esquivaba los rayos del cetro, hasta que uno alcanzó a darle en el ala. Mal descendió unos segundos, en los cuales, se unió a la fuerza de Uma, que gracias al poder del collar de su madre, Úrsula, la brasa de Hades recuperó su brillo. Entonces, Mal volvió a alzar el vuelo y se enfrentó al rayo de Audrey una vez más. Esa vez, Audrey se fue debilitando, poco a poco, hasta que Mal rugió fuertemente y el poder de la brasa venció al del cetro, haciendo que el hechizo retumbara en Audrey y la hiciera desmayarse.

-¡¡¡Sí!!! - grité victoriosa y fui corriendo hacia Jane, Doug y Gil - ¡Eh, chicos! ¡Lo han conseguido! ¡Mal y Uma lo han conseguido! ¡Han vencido a Audrey!

-¿Qué? ¿En serio?, preguntó Gil, incrédulo.

-¡Toma ya! ¡Qué bien!, exclamó Doug.

A los tres se les dibujó en la cara una sonrisa de oreja a oreja y, unos instantes más tarde, el hechizo desapareció y el Hada Madrina recuperó el movimiento y el color de su traje celeste y rosa. Subió corriendo las escaleras, aún asustada, pero su hija la detuvo.

-¡Mamá! ¡Mamá!, la llamó Jane.

-¡Bididi bodidi! ¿Qué ha pasado?, preguntó, sobresaltada, tomándola de los brazos.

- Se ha roto el hechizo. Tranquila.

-¿Se encuentra bien?, pregunté acercándome a ella.

-¡Uf...! Sí, sí...estoy bien. Volvamos a la academia, dijo hiperventilando.

Doug, Gil, Jane y yo nos miramos, sonrientes y felices. Todo había terminado. Bueno, en realidad, no todo. Aún teníamos que encontrar la forma de despertar a Audrey. Si no, la hija de Aurora podría quedarse dormida para siempre, al igual que su madre, pero esta vez no se despertaría con un beso de amor verdadero, sino con el poder del dueño de la brasa, el propio Hades.

La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora