Capíulo 6: Los hijos de los villanos

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El tiempo pasó y he de decir que mi primer curso no fue nada mal. Sin embargo, aún no me sentía segura del todo en la Academia Áuradon. Y no me refiero a seguridad en el sentido de protección, ya que había un gran equipo de vigilancia rodeando el recinto, sino a mí misma. Tenía amistades, sacaba buenas notas, pero...aún le seguía pareciendo extraña a la gente. Por suerte, mi grupo de amigos se mantuvo unido en todo momento. Ahora todos éramos una piña, a pesar de nuestras diferencias.

Aunque todo parecía ir bien, yo tenía la sensación de que me faltaba algo. Algo que en la selva tenía constantemente y que en Áuradon no había vivido, quitando el día del bosque encantado. Me refiero a la aventura. El riesgo. Lanzarme a desafíos que no sabría cómo acabarían, pero que no descansaría hasta superarlos. Ese era mi día a día en la selva. Siempre estaba explorando nuevas rutas para encontrar comida y agua o atravesando puentes de madera colgantes, ríos de gran cauce o senderos con lianas de las que columpiarme junto a mis familiares gorilas hasta llegar a enormes cascadas y hermosos campos de flores y pájaros de colorines que revoloteaban a nuestro alrededor. Aquel paraíso había sido mi hogar durante trece años, pero al cumplir los catorce, mis padres pensaron que ya era hora de formarme en la academia para realizar mis estudios soñados de veterinaria. Ahora tenía quince y, al fin de cuentas, no me había ido tan mal.

La parte negativa de Áuradon es que todo era demasiado...perfecto. Nunca pasaba nada nuevo. Nada que me despertara los sentidos. Los días pasaban y, al no poder disfrutar de mi espíritu aventurero y curioso, sentía que hasta me aburría de la perfección. Me sentía estancada. Fue entonces cuando me di cuenta de que ya empezaba a entender a Ben cuando dijo que Audrey vivía en su burbuja. En su mundo ideal. Sin problemas, sin avances, sin complicaciones de ningún tipo. Todo era igual todos los días. Ben y yo éramos ese tipo de persona que necesitábamos acción. Cambio. Aventuras de verdad. Y lo solíamos hablar muy de vez en cuando.

Hablando del rey de Roma. Mientras hablaba con Jane, Lonnie, Doug, Audrey y Chad junto a nuestras taquillas, Ben vino corriendo hacia nosotros. Estaba emocionado y se detuvo cansado para recuperar el aliento.

- Chicos...tengo...tengo que daros una noticia...muy importante.

- Dinos, Ben, dijo Doug.

- Ya sé cual va a ser mi primera proclama real. Se lo he dicho a mis padres y la han aceptado, dijo con una amplia sonrisa.

-¿Cuál es?, preguntamos al unísono entusiasmados esperando una propuesta que nos dejara boquiabiertos.

-¡Los hijos de los villanos van a venir a estudiar a la Academia Áuradon!, anunció eufórico mientras entregándonos un papel con sus nombres.

Bueno, desde luego, nos quedamos boquiabiertos. Aunque no de la forma que esperábamos. Todos nos llevamos un chasco. Algunos, más que otros. Nos tuvimos que tomar unos segundos para procesar las palabras que acababa de soltar nuestro amigo.

-¡Muy gracioso, Benibú! - comentó Audrey entre risas tomándole de las manos esperando que fuese una broma - Venga, ahora en serio. Dinos cuál es tu verdadera proclama real.

- Ya la he dicho. No era una broma. Esta misma tarde, los hijos de cuatro villanos de la Isla de los Perdidos se unirán al curso en la academia junto a nosotros.

-¡¿QUÉ?! - gritó Chad, histérico - Pero, ¿tú estás mal de la cabeza, Ben? ¿Cómo se te ocurre?

- Tranquilo, Chad. No pasa nada, dije yo.

-¿Cómo que no pasa nada? ¡No entiendo cómo han aceptado eso tus padres!

- Ya está. Relájate, por favor, dijo tranquilizándole con las manos.

- Pero es verdad, Ben. Esa gente nos va a destruir, ¿no te das cuenta?, insistió Audrey.

- Igual no es muy buena idea, susurró Jane temblando sólo de imaginárselo.

La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora