Capítulo 2: ¿Salvaje?

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Habían sido unas clases bastante intensas. En primer lugar, me había tocado dar Historia de Áuradon, donde nos enseñaban el origen del reino y todos y cada uno de sus estados, además de los cuentos de hadas que habían vivido nuestros padres. Después, dimos Química con el Profesor Deley. A mí no me iba mucho el tema de las operaciones o los experimentos, pero sí me gustaba la ciencia, en concreto, la biología. Quería especializarme para cumplir mi sueño de ser veterinaria. Los animales lo eran todo para mí y cuidar de ellos era mi trabajo soñado. Por último, antes del recreo, tuvimos clase de Ciencias forestales mágicas, donde se estudiaban los seres vivos, la naturaleza, los bosques y la selvas, por lo que estuve de diez en todo momento, ya que tenía conocimientos de sobra acerca de paisajes silvestres, fauna y flora. Algunos alumnos me miraron con admiración y otros, con cierta envidia. Sana, por supuesto.

Al sonar el timbre, todos salimos al gran jardín. Mientras comía algo de fruta sobre una rama, como solía hacer a menudo, escuché una voz aguda y chillona que se dirigía a mí acompañada de una risita.

-¿Tania? ¿Qué haces ahí arriba?

Era Audrey. Como siempre metiéndose en todo. Sabía que hablar con la boca llena se conderaba tener malos modales y sacudí en la plátano que tenía en la mano.

-¿Comer? Mira, las personas comen en el suelo o en los merenderos y los animales en los árboles. Y que yo sepa, tú no eres un animal, ¿o sí?

Puse los ojos en blanco, lancé la cáscara de plátano y encesté en la papelera. Ya se me había acabado la paciencia para contener mi comportamiento natural. Bajé de un salto y de brazos cruzados respondí:

- Así como yo casi siempre, Audrey. Además, a ti no te molesto.

- Pero eso no es propio de una chica civilizada.

-¿Civilizada? - pregunté entre risas - Me he criado en la selva.

- Ah, ¿entonces eres una salvaje?, preguntó mostrando cierta superioridad.

Aquellas palabras me dolieron un poco y fruncí en ceño. Sobre todo, cuando las personas de mi alrededor empezó a murmurar entre ellos.

- Tampoco es eso, Audrey. Sé que no tengo tan buenos modales como tú, pero tienes que darme tiempo para acostumbrarme a esta nueva vida. Tú te has criado en un castillo y yo, con los gorilas.

- Eso no tiene nada que ver. Eres una salvaje. Aprende a ser más educada y luego hablas conmigo.

- Lo primero, no merezco que me trates así sólo por subirme a los árboles. No me hables así porque mis padres me han educado perfectamente. Y lo segundo, creía que éramos amigas.

- Sí, supongo que lo somos. Pero haz el favor de comportarte, ¿quieres? No quiero que me avergüences, soltó con una sonrisa forzada.

- Ah, ¿con comportarme quieres decir que sea como tú? ¿Una copia tuya para que me des el visto bueno de tu amistad o algo así? ¡Ja! Pues ya te puedes ir olvidando - dije mientras se le desdibujaba la sonrisa y la gente murmuraba a mi favor - No voy a cambiar mi forma de ser. Y si no quieres ser mi amiga, simplemente, por no ser una princesita refinada como tú, pues no lo seas.

En ese momento Audrey se quedó callada. O se sentía cortada o no le importaba lo más mínimo lo que había dicho. De todas formas, yo me aclaré la garganta y, con la cabeza en alto, me fui del lugar. La princesa Audrey suspiró y llamó a sus otras amigas para que se sentaran con ella en uno de los merenderos. Desde el otro lado, Jane y otra de mis amigas, Lonnie, la hija de Mulán, me miraban directamente con comprensión, pero decidí no hablar con ellas y volver a mi cuarto. En ese momento no quería meterme en problemas. Con lo bien que me estaba saliendo todo y va Audrey y me llama salvaje. ¡Princesas...!

Unas horas después, me encontraba en mi habitación sobre mi cama, pensativa. Observaba toda la decoración de mi alrededor. Era preciosa, la verdad. Todas las paredes pintadas, las cortinas amarillas con estampados de flores silvestres, las sábanas suaves y cómodas y muchos muebles de muy buena calidad. La habían personalizado para mí, para que me sintiera como en casa viviendo muy lejos de allí. Y todo gracias a Ben, que se había molestado en hacerme sentir integrada. A pesar del acogedor entorno que me rodeaba, yo seguía pensando en esa palabra que usó Audrey para describirme: salvaje.

De repente, sonó mi móvil. Era un mensaje de Jane.

- Hola, Tania. ¿Tienes algo que hacer?

- La verdad es que no - respondí - ¿Por qué lo dices?

-¡Genial! ¿Te vienes con Lonnie y conmigo a dar un paseo?

-¿Vosotras queréis pasear conmigo?

- Sí, recuerda que somos muy buenas amigas. Y con Lonnie nos llevamos genial.

- Tienes razón. Pero creía que vosotras pensabais que era una rarita...o una salvaje, como dice Audrey.

-¡De eso, nada! Tú sólo eres distinta y eso está bien. Anda, ven con las otras raritas del campus ;D

Sonreí y le contesté con un sí rotundo. Me volví a poner mi chaqueta vaquera y me fui con mis verdaderas amigas.

Hablamos de que yo me sentía rara y demasiado diferente a las princesas como Audrey. Jane confesó que todos pensaban que ella estuviera ahí siempre para todo el mundo por lo extremadamente correcta que era y que eso no siempre le gustaba. Y Lonnie dijo que no se juntaban mucho con ella porque era una chica mucho más atlética y, como la mayoría de chicas de la academia eran princesas, pasaban un poco de ella. Entonces, comprendí que mis verdaderos amigos eran Jane, Lonnie y Ben.

Mientras charlábamos, apareció Doug, el hijo de Mudito.

- Hola, chicas, nos saludó mientras se recolocaba las gafas.

- Hola, Doug, ¿qué hay?, preguntó Lonnie.

-¡Cuánto tiempo, Doug!, exclamé levantándome a abrazándole.

- Ven con nosotras, si quieres, dijo Jane haciéndole un hueco.

- Gracias...

-¿Estás bien? Te veo un poco triste, preguntó Lonnie posando una mano en su hombro.

- Bueno, lo de siempre. Es Chad... Ha vuelto ha enfadarse conmigo por haberle superado en el examen de física.

-¿Otra vez?, preguntó Jane.

- Sí, otra vez. Y me ha dicho que la próxima vez le deje los deberes más a menudo.

-¡Qué morro!, exclamé yo con el ceño fruncido.

- Sí, Chad es así. Me gustaría que aprendiese a valerse por sí mismo y que no dependiera de mí y de sus padres siempre.

- Cenicienta y el Rey Encantador le han debido criar con demasiados caprichos, dijo Lonnie.

- Sí, pero, pensadlo. ¿Qué haría Chad sin mí? Además, es uno de mis mejores amigos. Y los cerebritos no es que tengamos muchos amigos.

- Eres otro de los nuestros - dije mostrándole mi compasión - Tú olvídate de él por un rato. A ver qué pasa.

- Tienes razón. Mejor dejarlo estar, dijo Jane.

- Me encanta que cada uno de nosotros tenga problemas y que vengamos aquí a desahogarnos sobre ellos. Todos nosotros, junto a Ben, seríamos una gran pandilla.

- Sí, tú lo has dicho, dijo Lonnie, sonriente.

En ese momento, Doug se sintió reconfortado y mucho más valorado que antes. Éramos un buen equipo. A eso lo llamo yo amistad verdadera.

La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora