Capítulo 48: El perro parlante

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Aquella tarde, me estaba mirando en el espejo del tocador de mi habitación poniéndome por encima el uniforme actualizado de los Caballeros Guerreros de Áuradon. Por delante, estaba estampado el logo del casco de los Caballeros y, por la espalda, estaba escrito Tania en mayúsculas con un gigantesco número nueve debajo. Me gustaba tanto que lo abracé y lo sentí junto mi pecho. Ese uniforme sólo se lo habían dado a una chica, a mí, y me sentía realmente afortunada. Lo colgué en una percha del armario con una pena terrible de no saber si me lo volvería a poner y volví a mi tocador.

En el espejo había fotos mías de cuando era pequeña, de mis padres, del campamento, algunas en las que estaba con Jane, otras con las que estaba con mi pandilla entera y algunas con Carlos. El marco del espejo estaba decorado con peregrinas de color verde intenso, como las hojas de la selva y en la mesita había un par de libretas, un estuche, algo de maquillaje, un par de esmaltes de uñas, accesorios y un cepillo.

Mientras pensaba en el mal trago que habíamos tenido con Lonnie en el entrenamiento, oí una voz que no me sonaba de nada y que no sabía de dónde procedía.

-¡Venga, alegra esa cara! Así no vas a conseguir nada.

Abrí los ojos como platos y me quedé inmóvil intentando reconocer aquellas palabras tan inesperada, pero no hubo manera. Me giré despacio, aún sorprendida, pero no vi a nadie en la puerta.

-¡Qué raro!, pensé. Suspiré con el ceño fruncido y volví a mirarme en el espejo.

-¡Estoy aquí! Mira más abajo, dijo otra vez esa extraña voz.

-¿Quién eres?, pregunté a la vez que me levantaba de un golpe.

-¡Soy yo! ¡Estoy aquí!, dijo una voz que venía de la pequeña boca de un perrito sentado en el suelo de mi habitación.

Ese perrito era mi gran amigo Colega, pero yo juraría que en mi vida le había visto hablar. Parecía una locura, pero para estar segura, me puse arrodillé y le pregunté:

- Colega...tú no hablas, ¿verdad?

- Antes no hablaba. Pero ahora, sí, respondió.

Me sorprendí, pero en vez de asustarme y salir corriendo de la habitación, me acerqué al perro con una sonrisa.

-¡Hala, cómo mola!

- Sí, ¿verdad? No todos los días se ve a un perro parlante.

-¿Cómo ha pasado?, pregunté con curiosidad.

- Resulta que me he comido una especie de gominola mágica que ha hecho que pueda hablar, explicó Colega.

-¡Qué guay! ¿Sabes? Hables o no hables, siempre me sacas una sonrisa, Colega, dije acariciándole.

- ¡Oh...! Sí, ya veo que pareces triste, dijo mirándome con sus ojitos marrones.

- Lo sé, es que...los humanos tenemos muchos problemas.

- Ahora que me puedes entender, te daré un consejo. No te tortures pensando en tus problemas, es mejor que encuentres una solución ante ellos. Y si no puedes, déjalo estar, dijo el perro mientras me quedaba embobada escuchándole.

Sonreí de oreja a oreja. Ese perrito había estado conmigo casi desde el primer momento que pisé la Academia Áuradon y el hecho de que ahora pudiéramos hablar, me hacía muy feliz. ¡Colega era un gran amigo y consejero!

-¿Sabes, Colega? Das mejores consejos que muchas personas juntas, dije cogiéndole y sentándole en mi regazo.

- Sí, este perro está lleno de sorpresas, respondió agitando su colita con alegría.

Mientras le acariciaba, oí unos pasos veloces en el pasillo y una voz femenina que me sonaba muchísimo.

-¡Ay, Dios mío! No sé ni por dónde empezar.

- Y hablando de sorpresas - susurré - ¿Qué le pasa a Evie?

Me levanté sigilosamente y dejé a Colega en el suelo. Me acerqué a la puerta y me asomé para ver a dónde se dirigía la hija de la Reina Malvada. Suspiró al llegar a la puerta del despacho de Ben, llamó y entró temblorosa. ¡La curiosidad me estaba matando! Así que no pude evitar acercarme a escuchar lo que decían. Pegué mi oreja a la puerta y escuché claramente las palabras que salían de los labios de Evie:

- Mal ha vuelto a la isla, soltó.

-¿Qué?, pensé.

¡Es verdad! Con todo lo que había pasado, no se me había ocurrido ir a preguntar a Mal sobre todo lo que estaba pasando con los días antes del Cotillón y los paparazzi tan pesados que la perseguían, pero nunca pensé que fuera capaz de regresar a la Isla de los Perdidos porque odiaba ese sitio, ¿verdad?

- Es culpa mía. Era mucha presión y yo me porté como la bestia con ella, oí decir Ben.

Escuché toda la conversación y al parecer, Evie y Ben acordaron ir a la isla esa noche con Carlos y Jay para rescatar a Mal. No vi a Evie con muchas ganas, como si tuviera miedo de volver, pero en el fondo, estaba decidida a ir a por su mejor amiga. Estaba tan concentrada en escucharlo todo que no sabía quién pasaba por mi lado y de repente oí la voz de Carlos llamándome:

-¡Hola, Tan! ¿Qué haces?, preguntó con una sonrisa.

-¡Hola...chicos! No, nada...nada importante. Sólo estaba...dando un paseíto por aquí, respondí con voz ridícula.

- Oye, ¿estás bien?, preguntó Jay elevando una ceja.

- Sí, sí, estoy..., comencé a decir cuando la puerta del despacho se abrió a mis espaldas.

-¿Tania? - preguntó Evie, extrañada - ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

-¡Ay, madre...!, susurró Colega desde la puerta de mi cuarto.

No podía hablar. Me había quedado paraliza porque si decía que les había escuchado, igual se enfadaban conmigo. Al final, tuve que decirlo sí o sí.

-¿Has escuchado lo que hemos hablado?, preguntó Ben.

- Em...bueno, he oído algo de que Mal ha vuelto a la isla y pensáis ir a buscarla, dije con un hilo de voz.

- O sea que nos has escuchado, dijo Ben, serio.

- Sí, pero es que tu despacho está a 10 metros de mi cuarto. Y ya sabes...yo siempre me entero de todo, dije con una sonrisa traviesa.

- No pasa nada. Pero intenta que nadie más se entere, dijo Evie.

- Esperad, ¿Mal ha vuelto a la Isla de los Perdidos?, preguntó Jay, sorprendido.

- Sí. Y tenemos que ir a por ella. Yo incluido, por supuesto, dijo Ben.

- Muy bien. Tan, no le digas esto a nadie, por favor, dijo Carlos.

- En realidad, yo...pensaba proponeros...una cosita, dije acercándome con una sonrisa.


La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora