Capítulo 33: Ya estamos todos

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Corrí por el oscuro bosque sin ver prácticamente nada. Me chocaba con árboles, me arañaba los brazos con ramas, a veces me tropezaba con piedras del suelo...y aunque todo eso suene peligroso, yo me sentía como si estuviera en la selva. Aunque con una vestimenta bastante más incómoda. Entonces, me enganché una de las trenzas en la rama de un arbolillo y al desenredarme, se me deshizo la mitad, así que tuve que soltarme el pelo, que se me quedó rizado y algo alborotado, como lo solía llevar en la selva. Aún así, iba menos hortera que algunas princesas y doncellas que había visto en el castillo.

De repente, escuché un llanto que venían de la orilla del río. ¡Allí estaba Jane! Entonces, grité su nombre y corrí hacia ella. Pero, para llegar hasta el río, había una cuesta que bajar y como estaba tan empinada, resbalé y caí cerca de ella.

-¡Tania!, exclamó, sorprendida. Me levanté del suelo y me sacudí. Por suerte, sólo me había rasgado un poco la falda del vestido, pero por lo demás, estaba bien - ¿Qué estás haciendo aquí?

- No, ¿qué haces tú aquí? ¿No ves que es de noche y no se ve nada?, dije repeinándome.

- Lo siento. Pero es que no aguanto a la Princesa Audrey, sollozó ella.

-¿Se ha metido contigo? - Jane asintió y me senté a su lado - Bueno, cuéntame qué ha pasado.

Jane me lo contaba todo sobre lo celos de Audrey respecto a Ben y yo la escuchaba atentamente. Mientras, en el Castillo de Bestia...

- Eh...Ben, tengo que decirte una cosa, dijo Chad, nervioso.

- Hola, Chad. Dime, dijo Ben.

- Tania...¡ha salido del castillo!

-¿Qué? ¿Por qué ha hecho eso?

- No sé, pero aún no ha vuelto, dijo, preocupado.

-¡Oh, no! A lo mejor necesita ayuda - dijo Ben sacando pecho y dirigiéndose a la salida - Iré a buscarla.

-¿A dónde vas, Benyboo?, interrumpió Audrey.

-¿Benyboo?, pensó Chad, muerto de envidia.

- Tengo que salir. Tania se ha ido.

-¿Qué? ¡Pero no vayas solo! ¡Te puedes perder!

-¡Es el jardín de mi castillo! Me lo conozco de sobra. Lo malo es que ahora no se ve nada, dijo mirando por la ventana.

- Pues déjame ir contigo. No me quiero quedar aquí sola, dijo Audrey cogiéndole del brazo.

Chad suspiró de rabia. "¿Cómo que sola?", pensó. Le tenía a él. Aunque parecía que era invisible para los ojos de Audrey.

- Bueno, está bien - dijo Ben - Pero no te separes.

-¡Eso no supondrá ningún problema!, dijo sonriendo.

- Eh...si no os importa..., dijo Chad.

-¿Qué, Chad? ¿Te vienes?

- Em, sí...¿por qué no?

Ben le dedico una sonrisa, aunque Audrey no hizo nada. Chad fue con ellos a buscarnos a Jane y a mí. Por el camino, se toparon con un chico de su edad con gafas y un traje verde claro.

-¡Oh, Príncipe Ben!, exclamó.

-¡Doug! ¡No te había visto antes!, dijo dándole la mano.

- Hola, Chad. Hola, Princesa Audrey.

-¿Qué pasa, amigo?, le saludó Chad, sonriente.

-¿Qué hacéis aquí fuera?

- Estamos buscando a unas amigas nuestras, respondió Ben.

- Oh, ¿puedo acompañaros, si no es molestia?

-¡Claro, vente! ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

- Estaba jugando al escondite con unos chicos de clase, pero veo que me han tomado el pelo, dijo, cabizbajo.

-¡Vaya, lo siento...! Ya les echaré la bronca después, dijo Ben guiñándole le ojo.

Los cuatro se pusieron en marcha. Y mientras, Jane y yo seguíamos hablando a la orilla del río.

- Así que era eso...¡De verdad, menuda princesa está hecha Audrey!, exclamé, enfadada.

- Lo sé. Pero ella es así, dijo Jane, triste.

-¿Sí? Pues cuando la vea, le voy a decir unas palabritas. De princesa a princesa - dije posando mi mano en su hombro y levantándome - Y ahora será mejor que volvamos a la fiesta.

Jane asintió, se levantó y las dos nos sacudimos la hierba de los vestidos.

-¡Tania! ¡Jane!, oímos de lejos.

-¿Oyes eso? Parece ser Ben, dije señalando lo alto de la cuesta.

- Sí, vamos, dijo Jane.

Las dos fuimos hasta ellos y al fin, nos encontramos.

-¡Aquí estáis!

- Hola, Ben. Sentimos habernos ido así tan de repente, dije haciendo una torpe reverencia.

Jane miraba a Audrey seria y con los brazos cruzados.

- Tranquilas. Por cierto, este es Doug, un chico de nuestra clase e hijo de Mudito.

- Hola, encantado, dijo Doug saludándonos con la mano.

Jane y yo le saludamos a él y a Chad. Y cuando íbamos a saludar a Audrey, ambas nos cruzamos de brazos.

-¡Eh! ¿Qué os pasa?, preguntó, ofendida.

-¿Qué te pasa a ti? ¡Esa no es forma de hablarle a Jane!, dije, enfadada.

-¿Me he perdido algo?, preguntó Ben.

- Audrey se ha portado mal con Jane. Ha dicho que te dejara en paz porque quería estar contigo.

-¿Es eso cierto, princesa?, preguntó Ben, serio.

- Bueno, es que no me hacías mucho caso, dijo Audrey con un puchero.

-¡Pero no tienes por qué decir que no tengo amigos!, gruñó Jane.

- Siento las molestias - dijo Ben - Princesa Audrey, será mejor que os disculpéis con Jane.

- Está bien. Lo siento, Jane. Puede que me haya pasado, dijo ofreciéndole la mano.

Jane dudó unos instantes, pero al final cedió su mano.

- Disculpas aceptadas.

-¡Perfecto! ¡Así me gusta! Y ahora volvamos al castillo, dijo Chad, aburrido.

Pero justo antes de irnos, oímos unos ruidos entre los arbustos. Todos nos hicimos una piña muy preocupados y esperamos a que saliera algo que nos asustara de entre las plantas. Entonces, salió una chica de pelo corto negro con un vestido rojo y dibujos de flores chinas blancas.

-¡Ahí va! ¡Si son Ben y los demás! ¿Qué hacéis aquí?, preguntó, asombrada.

-¡Lonnie, qué susto nos has dado! ¿Cómo es que has salido de ahí?, preguntó Ben.

- Estaba buscando un baño y al salir, he debido ir por otra puerta del castillo hasta acabar aquí fuera.

-¿Es que todo el mundo se va a perder hoy?, se quejó Chad.

- Ah, hola Chad. Hola, Doug. Y también están Audrey y Jane, dijo saludándoles a todos.

Los chicos saludaron y Audrey y Jane le dieron dos besos.

- Hola, encantada de conocerte. Soy Lonnie, hija de Mulán, ¿y tú?, me preguntó ella.

- Tania, la hija de Tarzán.

-¡Guay! ¿Tú eres una princesa?, pregunté con curiosidad.

- Sí, técnicamente. Mis padres son reyes guerreros.

- Los míos, reyes de la selva. Me caes bien.

- Lo mismo digo, dijo ella amablemente.

Todos reímos y volvimos hacia el Castillo de Bestia. Teníamos una fiesta pendiente por celebrar. Y esa vez, con más amigos todavía.

La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora