Capítulo 4: ¿Dónde está Colega?

561 28 0
                                    

Pasaron un par de meses y todo iba más o menos bien. Estaba en uno de los merenderos con mis amigos. Ya me estaba acostumbrando a no comer tanto en las ramas de los árboles, aunqu, para mí, era mil veces mejor y nunca dejaría de hacerlo con tal de encajar. Y mucho menos porque le molestara a una princesa ñoña. Mientras hablábamos sobre un trabajo de Historia, Colega estaba a los pies de Jane durmiendo. En ese momento, se acercó Chad hacia nosotros.

- Hola, chicos, nos saludó.

- Hola, dijimos todos al unísono.

- Oye, Doug. ¿Me dejas hoy los deberes de mates? Porfa...

-¿No sabes hacerlos? Si es muy fácil.

- Ahí está el problema. A ti se te da genial y a mí, no y como no apruebe el próximo examen, mi padre no me dejará ir a la Gran Sauna.

- Bueno...está bien, gruñó el hijo de Mudito.

-¡Gracias! - dijo juntando las manos en señal de agradecimiento - Eres un buen amigo.

- Chad, ¿no puedes hacer los deberes tú sólo o qué? Doug no es una máquina para hacértelos siempre, ¿sabes?, le reprochó Lonnie.

- No, no lo es. Pero sí es mi salvación. Gracias otra vez, tío. Luego te invito a lo que quieras en la cafetería, dijo mientras se iba dando saltitos de felicidad.

-¡Nunca cambiará...!, exclamó Ben sacudiendo la cabeza.

- Algún día tendrás que decirle que no, Doug - solté yo con total sinceridad - Así aprenderá a respetarte de verdad, ¿no crees?

El hijo de Mudito suspiró hondo a la vez que asentía, ya que se volvió a sentir utilizado. Chad era nuestro amigo, pero a veces se le iba la pinza. Y tenía momentos en los que me recordaba a Audrey. Yo pensaba que en realidad sí que harían buena pareja. Eran tal para cual. Mientras hacíamos nuestro trabajo, Colega se despertó de golpe y empezó a moverse de un lado a otro.

- Colega, ¿ya te has levantado?, le preguntó Jane, sobresaltada.

Colega gruñó y salió corriendo de debajo de la mesa. Quisimos detenerle, pero no nos dio tiempo. Se fue tras una ardilla hacia el bosque.

-¡Oh, oh...! Hemos perdido a Colega, dijo Doug.

- Tenemos que encontrarle, dije recogiendo las cosas.

Lo dejamos todo en la mesa y corrimos hacia el bosque. Pero justo en ese momento, alguien hizo que nos parásemos en seco.

-¡¡Benibú!!, exclamó Audrey, que apareció de repente y abrazó a Ben.

- Hola, Audrey... Oye, lo siento pero ahora no puedo quedarme aquí.

-¿Por qué? ¿Qué pasa?

- Hemos perdido a Colega y vamos a ir a buscarle, contestó Jane.

-¿Puedo ir con vosotros? No me quiero quedar aquí sola y aburrida, sugirió pestañeando rápidamente y poniendo un pucherito.

-¡Está bien! Pero démonos prisa, dijo Lonnie.

Entonces, salimos corriendo hacia el bosque y buscamos al cachorro por todas partes. Pasó un rato mientras le llamábamos y aún no le habíamos encontrado.

-¡Colega! Colega, ¿dónde te has metido? ¡Eh, Colega!, le llamé insistentemente mientras me balanceaba de un árbol a otro.

-¿No puedes caminar por el suelo como nosotros?, preguntó Audrey, agarrada del brazo de Ben.

- No, esto es mucho más divertido. Entiéndeme, vengo de una familia de gorilas.

- Ya, ya me he dado cuenta.

-¿Entiendes el idioma gorila?, preguntó Doug con curiosidad.

- Es mi segunda lengua - respondí - Un día te lo enseño.

-¡Guay!

- He de decir una cosa sobre este bosque - dijo Jane con su melodiosa voz - Una vez, mi madre estaba guardando cajas de pociones, sacos de magia y polvos especiales. Sin querer, se tropezó con una de estas raíces, dejando caer una de esas cajas en el interior del bosque. O sea, que se desparramó por completo.

-¿Quieres decir que el bosque está encantado?, preguntó Ben, algo alterado.

- Eso parece.

-¡Genial! Estamos en un bosque encantado. ¿Es que Colega no podía haberse perdido en otra parte?, preguntó Audrey arrepintiéndose de haber venido con nosotros.

- Audrey, por favor, deja de quejarte, ¿quieres?, le pedí lo más amablemente que pude.

- No me quejo. Es la verdad. ¡Aaahhh! - gritó de repente - ¡Me he enganchado el vestido! ¡Ben, ayúdame!

- Tranquila. Es sólo una rama, dijo desenganchándolo.

-¡Madre mía...! Si tuvieras que vivir en la selva, no aguantarías mucho, susurré yo para mis adentros poniendo los ojos en blanco.

-¡Oh, mi querida faldita de algodón...!, lloriqueó ella.

Yo no pude evitar reírme. Audrey se solía quejar de mi comportamiento en la academia, pero ahora yo me reía de cómo ella tenía un comportamiento ridículo cuando estaba en un bosque. En mi terreno. Sin embargo, se me pasó la risa cuando oímos un ruido entre los arbustos.

-¿Qué ha sido eso?, preguntó Lonnie encogiéndose de hombros.

-¿Tal vez sea Colega?, sugirió Doug rezando por que tuviera razón.

- Colega...¿estás ahí? ¡Ven, somos nosotros!, le llamó Ben.

Pero seguimos oyendo ruidos entre la maleza y esta vez vimos una sombra enorme que venía hacia nosotros. Encogidos y boquiabiertos esperamos a que la criatura apareciera. Creyendo que la sombra correspondía a una bestia enorme y peligrosa, empezamos a oír unos quejidos procedentes de una voz que conocíamos de sobra.

- Jo, ¡otro rasguño en mi precioso traje! ¡Malditos hierbajos!

De repente vimos aparecer a Chad y suspiramos aliviados.

- Chad, ¿qué estás haciendo aquí? ¡Vaya susto nos has dado!, soltó Doug.

- Os he visto iros y no me habéis dicho nada. ¿Se puede saber a dónde vais?, dijo, histérico.

Ben, Lonnie y yo no pudimos evitar reírnos por las pintas que tenía: ramas y hojas en el pelo, el traje medio roto y una cara roja que expresaba auténtica furia de niño cabreado.

- No os ríais. Y, ¿podéis decirme de una vez a qué habéis venido al bosque?

- Estamos buscando a Colega, dijo Jane.

- Ya que estoy aquí, os acompaño, dijo sacudiéndose.

- A ver si le encontramos ya. Como me rompa el vestido más de lo que está, no sé lo que os voy a hacer. ¡Vamos, Benibú!, dijo Audrey.

La princesa se lo llevó, mientras él contenía un suspiro. Me miró suplicándome ayuda telepáticamente y no pude evitar soltar una risa.

- Por cierto, Chad, ¿dónde has dejado mis deberes?, preguntó Doug.

- En el merendero.

-¿Qué? ¿Así a la intemperie?, gritó, ofendido.

- Tranquilo, Doug. No te van a robar, dijo Ben.

- Lo sé, pero cualquiera se puede copiar. ¡Ya te vale, Chad!

- Eh, no haberos marchado tan deprisa.

-¡No habernos seguido!, le reprochó Lonnie.

Chad se cruzó de brazos y Lonnie, Jane y yo nos reímos en bajo. Seguimos buscando a Colega y esperábamos que estuviera bien y que no tardara en aparecer.

La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora