Capítulo 15: La chica del torneo

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Aquel día...¿cómo olvidarme de él? Fue uno de los más emocionantes de mi vida. Estaba, como siempre, viendo jugar a los chicos sentada en las gradas mientras escuchaba música. Al otro lado de la pista, Mal e Evie estaban entrenando con Audrey y las animadoras. Yo pasé de unirme a su equipo porque sólo me entraba en la cabeza la idea del torneo. Pero no había manera de entrar en él. Las chicas no jugaban al torneo. De vez en cuando, tanto mis amigas, como los chicos, me dedicaban un saludo y yo les respondía con un guiño, una sonrisa u otro saludo.

Abrí una libreta y me puse a dibujarme a mí misma con el uniforme de los Caballeros Guerreros y corriendo por la pista conduciendo la pelota. Sólo de ver la imagen, se me escapaba un suspiro triste. Ojalá llevarlo de verdad. Como llevaba los cascos, no oía lo que pasaba fuera de mis adentros y de repente escuché las voces de mis amigos aproximándose a mí.

- Hola, Tan, me saludaron Carlos y Jay.

Yo pegué un grito. No me esperaba para nada su llegada y oculté mi libreta rápidamente.

-¡Uy, perdona...!, se disculpó Jay.

-¡Nada, nada! ¡Tranquilos! Es que estaba escuchando música, dije quitándome los cascos.

-¿Qué hacías?, preguntó mirando mis cosas.

- Nada importante, dije con una sonrisa disimulada.

-¿A ver? Déjame ver eso...

- No, no. ¡Mejor me voy!, dije levantándome.

En ese momento, Carlos se puso delante de mí con los brazos extendidos.

- Si quieres escapar de nosotros, tendrás que atravesar esta barrera, me desafió él con una sonrisa pícara.

-¡Venga! No estoy para juegos - dije avanzando hacia él, pero este me prohibió el paso - ¡Vamos, apártate!

Ambos echamos una risa y, al intentar hacerle a un lado con una mano, Carlos me envolvió en sus brazos para inmovilizarme.

-¡Ya te tengo!, exclamó él.

-¡Carlos! ¿De qué vas? ¡Suéltame!, le pedí entre risas.

En ese momento, Jay aprovechó para robarme la libreta y se puso a ojearla.

-¡Eh! ¡Jay, devuélvemela!, le ordené mientras me ponía colorada.

Al ver la cara de amigo sorprendiéndose, quise que la tierra me tragase y sólo se me ocurrió agachar la cabeza.

-¡Hala! ¿Esta eres tú?, preguntó mostrándonos a Carlos y a mí mi dibujo con el uniforme del torneo.

Yo asentí sin levantar la mirada. Entonces, Carlos me soltó y se acercó al dibujo para admirarlo mejor.

- Estás jugando al torneo. ¡Cómo mola!, comentó Carlos.

- Tan, si quieres jugar en el equipo, puedes decírselo al entrenador Jenkins, sugirió Jay.

En ese momento, eché una risa que cubría una rabia interna que ya no podía contener.

-¡Muy bueno! ¡Olvídate, Jay! Soy una chica. Y en el torneo no hay chicas.

- Puede haber una, por lo menos, insistió él.

- Sí, nos es justo que te quedes con las ganas, añadió Carlos.

Yo sonreí y les miré a los dos con una sonrisa.

- Gracias, de verdad. Pero no podemos desobedecer el reglamento.

- Yo lo hice el primer día y al entrenador le encantó, dijo Jay. Y los tres nos reímos con él.

- Lo sé, chicos. Pero esto es diferente. Gracias igualmente, dije yéndome, cabizbaja.

La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora