Conocí a Ileana a la edad de 14 años, en una fiesta en honor al cumpleaños número 13 del príncipe Ezra.
Como siempre había hecho, me escabullí por un pasillo para escapar del alboroto y vagué sin cesar hasta que la encontré en una esquina, leyendo un libro de historias sobre Arsen, el Dios del infierno.
No era novedad que siempre estuve interesada en las historias de dioses, así que me acerqué cautelosamente y le pregunté si podía acompañarla en la lectura. Ella me miró sorprendida, giró la cabeza un par de veces para ver si le estaba hablando a alguien más. Cuando cayó en cuenta de que ella era la única allí, me respondió:
—¿No prefieres estar en esa fiesta?
—Las fiestas me aburren. ¿Por qué crees qué siempre me escapo?
—¿Tú también te escapas?—indagó pasmada. Luego me miró de arriba a abajo, inquisitiva—. Nunca pareces disgustada, todo lo contrario, te ves feliz. Creo que tu sonrisa es capaz de iluminar la habitación. No intentes negarlo, constantemente te veo.
Enarqué una ceja divertida, ¿constantemente me veía? Yo no la conocía mucho, solo sabía su nombre y que era hermana del cumpleañero de aquel día, quién se había convertido en un buen amigo de Némesis.
—¿Y por qué me ha estado viendo, princesa Ileana?
Ella volvió la atención a su libro, encongiendose. Su cabello estaba recogido en una trenza corona, por lo que su sonrojo no pasó desapercibido para mí.
Me limité a reír y me senté a su lado, ella colocó el libro en el medio para que también pudiera leerlo. Tomé eso como una aprobación a mi compañía.
Nuestros encuentros fueron aumentando desde entonces y posteriormente nos volvimos amigas cercanas. Las veces que me quedaba a pasar la noche en el castillo nos escapabamos a una taberna o al puerto, divirtiéndonos hasta altas horas de la noche.
No recordaba específicamente el momento en que todo empezó a cambiar entre nosotras, tal vez cuando me quedaba dormida en su hombro y amanecíamos enredadas en los brazos de la otra o cuando las miradas anhelantes y las caricias para nada inocentes se hicieron cargo y nos besamos en su decimo sexto cumpleaños. Mi plan inicial era regalarle una joya, pero al decirle que cerrará los ojos terminé cediendo a lo que sentía por ella. Esperaba que me empujara, pero solo me abrazó por la cintura y correspondió el beso.
Así proseguimos por los últimos cinco años, besos secretos en la oscuridad de los pasillos, encuentros íntimos en la privacidad de las habitaciones.
Era una tonta por pensar que íbamos a seguir de esa forma por un largo período. Sabía que no debía quedarme estancada en el pasado, ¿Pero cómo podía olvidar algo así tan fácil?
Theron me dijo que era fuerte, que si alguien podía era yo. Desearía creer en mí como él lo hacía.
—Ten. —Mi amigo me entregó una copa de champagne—. A ver si te ayuda a distraerte.
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Huellas y Susurros
Fantasy«El pasado siempre atormenta». Dionne y Némesis Ducreux guardan un profundo secreto. Ellas se vieron obligadas a vivir en el mundo de los mortales por quince años tras la muerte de su madre. Lo que nadie sabe es que ellas son las únicas dos hijas de...