60. Némesis

69 20 4
                                    

Al alba, el mundo comenzó a moverse de manera silenciosa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al alba, el mundo comenzó a moverse de manera silenciosa.

Mientras Bastian se daba una ducha y se preparaba, yo organicé las mochilas y las armas que Assam nos había devuelto. Me sentí agradecida al tomar el hacha que Jasiel me había entregado antes de dirigirme a Indriya. La seguridad y la protección que me arropó fue suficiente para incentivar mi valentía a afianzarse en mis huesos.

Anudé mi cabello en una trenza y la enrollé en un moño firme que pudiera ser cubierto por una tela fina que se asemejaba a un turbante. Rahma y Bastian tenían razón, mi cabello se reconocería al instante y no podía permitirme ni un solo fallo. Si el duque de Revant estaba en Asteria, estaba yendo de lleno a la boca del lobo. Mi prioridad era ayudar a Asteria, obtener la copa y salir corriendo en dirección a Evreux.

El nombre de Dionne cruzó mi mente y reaccioné tan rápido como mi cuerpo me lo permitió. Me abalancé con decisión hacia la mesilla y abrí el pequeño cajón. El papiro que tomé de la biblioteca y la pluma. Aún me daba tiempo a escribirle una carta a Dionne. Con letra algo nerviosa y trazos irregulares, escribí:

Querida DiDi:

Me temo que el viaje se ha complicado un poco. Aún no tengo claro cuándo podré dirigirme a Evreux. Lo único que puedo pedirte es que me esperes. No puedo darte más detalles, solo puedo confirmarte que no estoy completamente a salvo, pero te prometo que saldré de esta y me encontraré contigo tan pronto como me sea posible.

Te amará hasta el fin de sus días,

Nemy.

Pese a que no había dioses a los que pudiera rezar, lo hice desesperadamente porque mi hermana se encontrase a salvo. Necesitaba convencerme de que había logrado llegar a Evreux y estaba aguardando mi llegada, que ningún tipo de problema o monstruo se había cruzado en su camino; que nada la había llegado a hacer daño. Doblé el papiro con mucho cuidado y, cuando estuve lista, Cygnus hizo su aparición en el balcón.

—Hola —le sonreí. Ella chilló en respuesta. Introduje una mano en el saco de caza y me hice con los restos de una liebre que Bastian había atrapado para ella. Cygnus comenzó a dar pequeños brincos en el sitio—. Se te compra muy fácil, por lo que veo, ¿no?

Le lancé cada parte, las cuales devoró con gusto. Una vez terminó, no fue tan difícil enganchar el papiro a su pata; ella incluso acomodó su ala para que pudiera hacerlo sin problema.

—Entrégaselo a Dionne y solamente a Dionne. No podemos permitirnos que nadie más sepa nada sobre mí. —Hice una pausa—. Y tal vez, puedas pasar la carta por algunos cuantos árboles para que se pierda mi olor. ¿Podrías?

Pese a su orgullo, Cygnus respondió con un chillido que estaba de acuerdo.

—Buen viaje, hermosa. —Le acaricié la cabecita—. A volar.

Y el águila alzó el vuelo, con el viento acariciando sus alas y convirtiéndola en una criatura digna de ser alabada hasta por los mismísimos dioses.

Huellas y SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora