El sol abrasador de la mañana era muy mala compañía. Habían pasado horas desde que Bastian y yo nos movilizamos camino a Indriya. Habíamos despertado antes del alba, habíamos tomado suficientes víveres para el camino que duraría aproximadamente dos días a caballo siguiendo los caminos del bosque junto a las montañas.
Cygnus también nos iba a acompañar. Pese a que esos días la había visto poco, siempre me aseguraba de que comiera justo cuando me levantaba y antes de ir a dormir. Era muy lista, así que no hizo falta decir mucho. En cuanto salió el sol, se marchó en dirección al robledal que iniciaba el camino a la capital del este de Acraven.
La única persona con la que nos habíamos cruzado había sido Jasiel. Mientras él movía el nuevo armamento a las caballerizas del castillo, nos recibió con una sonrisa, dejando que los caballos provistos por la reina tomaran posición junto a nosotros.
—¿Te importaría si hablase un minuto con Némesis? —había preguntado Jasiel.
Bastian negó con la cabeza y, agarrando firmemente las riendas de su caballo blanco llamado Netrius, se alejó de nosotros, dándonos privacidad. Me crucé de brazos, viendo al moreno apartándose un momento hacia un saco enorme de cuero negro que guardaba sobre su carro y sacó un hacha.
Un hacha diferente al resto de armas que poseía.
Era plateada, con un mango negro decorado con una espiral plateada. En el reborde superior, una tira de un color rojo centelleante brillaba bajo la luz del sol que aparecía entre las montañas lejanas. Me la tendió con una sonrisa de oreja a oreja, como si fuésemos amigos de toda la vida. Con cierta, desconfianza, por todas las incongruencias que había dicho hace unos días, la tomé sintiendo su peso desestabilizarme.
—He oído que te marchas de viaje, y también que los monstruos te persiguen —dijo. Señaló el hacha con un movimiento rápido—. Ese arma es especial. Se dice que pertenecía al dios Krius, de la guerra y la discordia. Se perdió en una de las primeras guerras contra los gigantes y desde entonces, generación tras generación, grandes héroes fueron encontrándola.
—¿Y cómo es que la tienes tú? —inquirí, curiosa. La balanceé en mi mano, tratando de ganar un poco de confianza con ella. Jamás había practicado con un hacha, siempre había sido con dagas o espadas. Se me hacía difícil mantener una postura erguida y poder adaptarme a su peso.
—Un vendedor mercante se la vendió a mi padre hace mucho tiempo. Mucha gente piensa que, al ser de un dios, puede estar maldita, pero creo que la vas a necesitar.
—¿Por qué me la estás dando realmente?
—Porque la única manera de matar a criaturas de los dioses, es dándoles con su propia medicina —aseguró, con un tono jocoso que me hizo fruncir el ceño—. Ten cuidado, y espero verte pronto, Némesis Ducreux.
—Espera —le grité, cuando ya se estaba volviendo hacia las caballerizas—. ¿Viste a las dos personas que pasaron junto al templo la otra tarde o fue una alucinación mía?
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Huellas y Susurros
Fantasy«El pasado siempre atormenta». Dionne y Némesis Ducreux guardan un profundo secreto. Ellas se vieron obligadas a vivir en el mundo de los mortales por quince años tras la muerte de su madre. Lo que nadie sabe es que ellas son las únicas dos hijas de...