—Por aquí —me apremió Bastian.
Me estaba ayudando a mantenerme en pie, ya que el dolor se había vuelto insoportable al cabo de unos cuantos minutos de carrera por el bosque. Sabía que los monstruos habían llegado a olerme, porque aunque estuviéramos dejando muy atrás el pueblo, aún escuchaba los estridentes rugidos de Tifanus y los monstruos que lo acompañaban.
Las lenguas viperinas de kailog sonaban fuertes, haciendo que mi mente se esperara lo peor. Una gran parte de las peores historias contadas en los Antiguos Libros eran culpa suya. Masacres, arrasaba pueblos enteros tratando de saciar un hambre incontrolable que nunca cesaba.
Teníamos que darnos prisa. Los lycaones eran un gran problema. Extremadamente rápidos y con un olfato infalible, no tardarían en atraparnos. Si distinguían la parte de mi sangre que compartía con mi padre estaría perdida. Ambos estaríamos perdidos.
No supe por dónde me estaba guiando Bastian. Seguía sus pasos a duras penas, pero confiaba. Él era el cazador de la isla, tenía que conocérsela de cabo a rabo. Sus pasos eran rápidos y contaba con una agilidad y una rapidez digna de elogio.
Los minutos que corrimos me parecieron horas. Estaba convencida de que la sangre ya borbotaba por mi muslo de forma incontrolable. Necesitaba pararme, curarme, detener la hemorragia y continuar.
Pero no podía dejar que nos atraparan.
Poco después, nos topamos con un acantilado. Era enorme y la marea azotaba brutalmente contra las piedras, creando espuma y unas olas de gran tamaño que me hicieron estremecer. No sabía que habíamos estado corriendo hacia el mar, no hacia el bosque.
Bastian no me dio tiempo para preguntar. Se dirigió a toda prisa hacia la cala que había al lado derecho y me ayudó a bajar unos cuantos pedruscos puntiagudos. Resbalé un poco cuando oí a Tifanus tan cerca.
Él me atrapó poniendo sus manos en mis caderas y sosteniéndome fuerte contra sí. Me miró a los ojos al ver que estaba temblando. Estaba convencida de que también estaba llorando.
—Vas a tener que confiar en mí.
Dubitativa, asentí.
—¿Crees que puedes nadar? —miré mi pierna—, no es una zona muy profunda, pero para llegar al sitio que quiero vamos a tener que atravesar un poco de agua.
Fui a responder, pero un rayo cruzó la noche iluminando el cielo. No había estrellas, tan solo nubes que amenazaban con tormenta. Y poco después, un trueno. Violento, salvaje.
Una advertencia de mi padre.
Me había encontrado.
Y venía por mí.
Estaba dándome caza.
El miedo que padecía aumentó. El aire comenzó a hacerse más violento y la mar se agitaba en respuesta. Bastian me agarró más fuerte y me sacudió, sacándome del pequeño ensimismamiento.
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Huellas y Susurros
Fantasy«El pasado siempre atormenta». Dionne y Némesis Ducreux guardan un profundo secreto. Ellas se vieron obligadas a vivir en el mundo de los mortales por quince años tras la muerte de su madre. Lo que nadie sabe es que ellas son las únicas dos hijas de...