29. Dionne

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Me gustaba mucho leer novelas

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Me gustaba mucho leer novelas.

Si me pasara años encerrada en una habitación y mi única fuente de entretenimiento serían los libros, estaba segura de que nunca me aburriría. Sería de las personas más felices de Colbant.

Había algo particular que se mencionaba en la mayoría de ellos: el pausar del tiempo.

Cuando sucedía algo que marcaba la vida del personaje o cuando estaba en un momento de una inesperada revelación, entre otros, se describía como el tiempo se congelaba, se detenía en el instante preciso. Su alrededor se tornaba invisible, borroso, no había sonidos ni nada que pudiera sacar al personaje de su estupefacción.

Si era una oración o relato que lo provocaba, entonces su cabeza, sus pensamientos estarían inundados de esas palabras, repitiéndolas una y otra vez sin parar, como si estuviera en un trance sin salida.

En mi caso era una persona y debía admitir que nunca había entendido a fondo ese concepto hasta ese día.

Podía jurar que cualquiera que se fijara en mi vería como mis ojos casi se salen de su lugar por lo atenta que la estaba observando.

"Muévete" gritaba mi sentido común en mi cabeza. Si estaba acompañada por guardias o por cualquiera que podía reconocerme todo iba a irse al carajo. Se derrumbarían todos mis planes.Pero no podía, no podía alejarme, me quedé allí, parada en medio de la estancia, mirándola como si fuera lo único digno de admirar. Como si fuera lo único que importaba en ese lugar.Y así era.

Todo había desaparecido a mi alrededor salvo ella.

Avanzó un paso hacia mi dirección, pero una mano la tomó del brazo y la detuvo. Lo reconocí, su prometido le dedicó una mirada severa antes de volverse a seguir hablando hacia un hombre de aspecto severo, Rohit. Esa era la señal perfecta para alejarme.

Pero seguía sin moverme.

Sin embargo, noté a cuatro guardias detrás de ellos y eso fue la alerta roja más grande que el universo podía haberme dado. Por las tetas de Arion, tenía que salir de aquí cuanto antes.

—Oye —Nadya apareció en mi campo de visión, estaba tan concentrada en escapar que no noté que se había acercado—. ¿A dónde fuiste? Estaba buscándote.

—Yo... —vacilé, pensando en que responderle. Me había quedado en blanco—. No me siento bien, ¿podemos irnos?

—¿Qué te sucede? —tomó mi rostro entre sus manos y me examinó, sentía la atenta mirada de Ileana incluso sin necesidad de verla—. Tal vez usar tanto esa máscara te molesta, deberías quitártela.

—No —me alarmé, lo que menos debía hacer era quitarme la máscara—. Tan solo debo refrescarme. ¿Podrías encargarte tú esta vez de recoger el dinero? Nos encontraremos en 10 minutos en la entrada.

Huellas y SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora