«El pasado siempre atormenta».
Dionne y Némesis Ducreux guardan un profundo secreto. Ellas se vieron obligadas a vivir en el mundo de los mortales por quince años tras la muerte de su madre. Lo que nadie sabe es que ellas son las únicas dos hijas de...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Entendía porque a Ren le gustaba jugar, más específicamente cuando dicho camino te llevaba a ganar. Esa sensación de euforia, vehemencia e ímpetu que te invadía es la que te ambicionaba a volver y jugar y jugar hasta poder ganar algo, y tal vez, en algunos casos, te hacía creer que al fin servías para algo o eras bueno para algo.
El ganar, aunque sea un premio o logro pequeño, a veces ayudaba a que no te sientas inútil. Inútil, una palabra con seis letras, y una palabra que puede llegar a afectarte más de lo que se pueda llegar a pensar.
Fui inútil cuando mataron a mis hermanas y a mi madre, fui inútil todos estos años al no prepararme mejor para esta clase de momentos, fui inútil como hermana, al no contarle todo sobre nuestro pasado, solo porque me encontraba tan dolida para hacerlo, también había fallado en tantas cosas, y era horrible saber que no podía cambiar nada.
Incluso fui inútil como hija, ya que mi propio padre estaba buscándome para matarme. Y yo aquí como estúpida pensando que se arrepentiría de todo lo que hizo. Qué equivocada estaba. Fui inútil para tantas cosas y aún era inútil. No iba a fingir lo contrario. Había fracasado simultáneamente y en este momento estaba obligada a no hacerlo más.
Debía tener éxito de ahora en adelante, o sino no solo me perjudicaría a mí, sino a mi hermana y eso era algo que no iba a permitirme.
Me senté en una de los taburetes a un lado de la barra, mis pies maravillados por el descanso. Había estado más de una hora de aquí para allá jugando y ganando consecutivamente, mi cabeza iba a estallar de tantos números y vítores enérgicos ante mis triunfos, el cansancio excesivo que tenía no ayudaba mucho en que pudiera soportarlo. También sabía que era un tanto sospechoso que alguien nuevo ganase tanto en solo un día, pero me encontraba muy exhausta para preocuparme por eso.
Dejaría esa inquietud para mañana.
A pesar de que la mayoría de mis heridas habían sanado y cicatrizado, mi cuerpo no resistía como antes. Me cansaba más de lo debido, exceptuando el hecho de que no dormía hace tres días. Sabía que esta noche debía finalmente descansar, pero temía lo que me esperaba en sueños.
—Para haber superado a tantos idiotas que se creían invencibles en juegos de papel y dados, no pareces muy feliz.
Me enderecé al instante, me volví hacia la voz desconocida con cautela. Era un hombre de unos cincuenta o sesenta años, con barba incipiente y ojos claros. El tono tan pálido de su piel me trajo malos recuerdos.
—¿Y usted es? —inquirí con sospecha.
—Un alma más vagando por Colbant —respondió sin dar más explicaciones—. Es un placer, Adhara.
—No puedo decir lo mismo de usted.
Extrañamente, el hombre rio divertido, como si estuviera esperando esa respuesta.