«El pasado siempre atormenta».
Dionne y Némesis Ducreux guardan un profundo secreto. Ellas se vieron obligadas a vivir en el mundo de los mortales por quince años tras la muerte de su madre. Lo que nadie sabe es que ellas son las únicas dos hijas de...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El frío me envolvió en un abrazo estremecedor. Mis piernas temblaban con cada paso, la sangre caía al suelo en gotas, formando un camino tenebroso detrás de mí.
Estaba de vuelta en el lugar de mi último sueño. La penumbra era menos intensa que antes.Pero la baja temperatura era tanta que sentía que mis huesos se helaban.
¿Esto significaba que estaba muerta? ¿Era este una especie de pasaje al más allá?
—Tu tiempo no ha llegado, Dionne Ducreux. —Los murmullos se escucharon como si se tratarán de una sola voz—. Debes seguir tu destino.
—¿Mi destino? —logré articular con entorpecimiento. Mi voz sonaba tan exhausta.
—Despierta —gritaron sobresaltándome, y antes de volver a caer en la oscuridad, sentí como varias manos me empujaban al vacío.
El aroma a madera y alcohol invadió mis fosas nasales apenas recuperé la conciencia.Todo el cuerpo me dolía terriblemente, cada parte de mí se encontraba tan pesada y agotada que me tomó un gran esfuerzo abrir mis ojos. Tuve que parpadear un par de veces para acostumbrarme a la luz.
Lo primero que vi fue que estaba en una pequeña habitación, tanto las paredes como el techo eran de madera. Solo había una cama, en la que yo estaba acostada, un armario y una pequeña mesa que tenía un bolso encima. También había una ventana que daba la vista al cielo, el día se encontraba nublado, cubierto de nubes que no dejaban ver la luz del sol. Había unas cuantas velas encendidas, otorgando un ambiente acogedor.
De repente, los recuerdos vinieron como una avalancha a mi cabeza.
Némesis, Érix...
Intenté levantarme, pero un dolor penetrante me invadió en el torso, ocasionando que soltará un gemido de dolor.
No me había dado cuenta de que llevaba puesta una túnica blanca, la levanté unos centímetros y logré ver como una venda me cubría en torno al torso. Giré la cabeza y vi otra diminuta en mi hombro.
Mierda, la perra con alas me había lastimado.
—Al fin despiertas —reconocí esa voz al instante y casi sollocé del alivio al ver a Theron caminando hacia mí.
—Estás aquí —dije mientras lentamente y con dificultad me sentaba y me apoyaba contra la cabecera. Esperé unos segundos a que mi cuerpo se acostumbrará a la posición para poder relajarme.
Theron puso un par de almohadas detrás de mí para mi comodidad.
—Estoy aquí—afirmó y besó mi frente. Examinó mi rostro sin disimulo y con eso supe que tenía una pinta horrible.
—¿Qué tal es?
—Tienes un moretón en la mejilla y un corte pequeño en tu ceja izquierda. Pero por lo que veo ya se están curando.