31. Dionne

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La biblioteca Ariadne era uno de mis lugares favoritos

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La biblioteca Ariadne era uno de mis lugares favoritos.

Iba allí siempre que quería tomarme un respiro o requería un momento a solas, era donde podía estar acompañada del agradable sonido del pasar de las páginas de los libros y su encantador aroma.

Los libros me proporcionaban un escape, un lugar de tregua con aquello que me atormentaba. Eran un pasadizo a otra realidad, en la que podía escapar de mi mundo y podía llorar, reír y anhelar. Todas esas historias puestas en papel te provocaban miles de sensaciones y te otorgaban un lugar seguro en tus momentos más oscuros. Podían salvarte de hundirte en la soledad, podían enseñarte a creer.

Creer que no hay imposibles, que el mundo está esperándote allí afuera, lleno de cosas maravillosas, aguardando que vayas por él y las descubras, y cuando lo hagas des todo lo que tienes de ti. Cada cosa especial que posees.

Siempre había dicho que los libros eran la salvación de numerosas personas. Eran esa pieza en el corazón que muchos necesitaban. Y ni siquiera podía describir lo que generaba cada personaje, en mi opinión ellos eran la mejor parte. Me había identificado con unos cuantos y debía admitir que hacían que me sintiera menos sola, comprendida y valorada.

Tal vez sonaba raro, ya que no eran "reales". Pero, quería creer que, al amarlos, e incluso odiarlos, yo los hacía reales.

Me gustaba pensar que el que me ocasionaran sentimientos yo lograba que fueran reales, que en alguna parte ellos existían y que cuando conseguía un nuevo logro ellos celebraban por mí y se enorgullecían. También que cuando me costaba levantarme de la cama o seguir adelante, ellos desde lejos me gritaban que yo podía hacerlo, que yo era fuerte y audaz. Me gustaba pensar que ellos me apoyaban y creían en mi cuando nadie lo hacía, ni siquiera yo misma.

Y en este momento, necesitaba distraerme, olvidarme por un segundo de todo, así que fue a la biblioteca hacia donde decidí ir. No quería que Ren se preocupara de que me escapase, así que le solicité papel y tinta a Brey, uno de los chicos que trabajaba en la barra. Tardó unos minutos en encontrar la tinta, pero finalmente me la dio. Escribí algo corto para que se lo entregaran a Nadya, en donde decía que le notificara a Ren que iba a dar un paseo y que yo me encargaría de llegar a la posada antes de que el sol saliera.

Luego, le encargué a otra persona que trabajaba en el casino la tarea de que se lo llevase. No fue difícil quitarle una capa negra de seda a un hombre que dormitaba en una de las cuantas mesas del centro, a juzgar por las dos botellas de vodka vacías que se encontraban al lado de su vaso de vidrio, estaba demasiado borracho para darse cuenta. Al salir por una de las puertas traseras, me cubrí con la misma y al instante me subí la capucha, por más que llevara una máscara y peluca prefería asegurarme de que nadie me viera.

Además, Ileana no había tardado en reconocerme, por lo que suponía que no era un disfraz muy efectivo.

Las calles por las que me encaminé estaban desoladas, solo estaba acompañada por una agradable brisa que desgraciadamente no era suficiente para permitir que mi espalda ya se hallara pegajosa. Incluso con el diminuto vestido con el que estaba ataviada no podía parar de sudar.

Huellas y SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora