11. Dionne

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Eso fue una mala idea

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Eso fue una mala idea.

Una terrible y estúpida idea.

Para empezar, en el momento parecía buena la idea de que yo distrajera a la arpía mientras Némesis huía.

¿Pero cuándo me quedé a solas con esa cosa? Pues, ya visualizaba como se veía mi tumba, con unas bonitas flores azules adornándola.

—Por favor, dime que tienes un plan —imploró Theron a mi lado, temiendo por mi vida.

—¿Un plan? Eh... —tanteé desorbitada, pensando en miles de formas para fugarme.

Mi amigo no pudo responder. La arpía se abalanzó sobre mí, sus manos abiertas de par en par se dirigían directamente a mi cuello, con la intención de enterrar sus garras en él.

Me quedé quieta en el lugar, esperando que estuviera más cerca. Eso le hizo tomar más impulso. Cuando estaba a poco menos de un metro de distancia, me agaché y rodé hacia el otro lado, esquivándola.

No me detuve a mirar como terminó, me paré y corrí, saliendo de la cocina. Tal vez la perdería en el tumulto.

Antes de salir escuché detrás mío un resonante golpe contra la pared, seguido de un gruñido furioso. Por los dioses, la había enfadado.

No había mucha gente en el pasillo, aunque esperaba que fueran los suficientes para perderla.

Todos se dirigían hacia la salida principal del castillo, pero yo debía ir a los dormitorios de la guardia. En uno de ellos, había una ventana que daba a la rama de un árbol robusto, podía trepar, bajar por él y luego esconderme en el pueblo hasta que los monstruos se cansarán de buscarnos a Ném y a mí. Conocía esto porque era así como Ileana y yo escapábamos a veces para divertirnos.

Ileana... Esperaba que ella estuviera bien.

Con dificultad, comencé a caminar en sentido contrario de la dirección en la que iban todos, llevándome varios empujones y pisadas por encima, unos cuantos codazos se clavaron en mis costillas. Ignoré el leve dolor y seguí caminando.

Sin embargo, la arpía tenía otros planes cuando hizo su aparición. No necesité girar para saber que era ella, los jadeos y exclamaciones de terror me dijeron suficiente.

Incliné la cabeza hacia abajo para pasar desapercibida. Si me veía estaba perdida, el pasillo era lo suficientemente alto para que pudiera estirar sus alas y llevarme volando.

Sin embargo, la criatura tenía otros planes. Un grito estridente atravesó el aire, era tan desgarrador que caí al suelo tapándome los oídos, intentando calmar la aflicción que me causaba. Los demás hicieron lo mismo, unos cuantos hasta saltaron por la ventana sin poder soportarlo.

Alguien me tomó de la mano y tiró de mí para que avanzara. Hice caso omiso al dolor y comencé a gatear. Mi visión se nubló ante las lágrimas, pero seguí gateando, mis palmas ardían y sangraban al tocar los vidrios esparcidos en el pavimento.

Huellas y SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora