«El pasado siempre atormenta».
Dionne y Némesis Ducreux guardan un profundo secreto. Ellas se vieron obligadas a vivir en el mundo de los mortales por quince años tras la muerte de su madre. Lo que nadie sabe es que ellas son las únicas dos hijas de...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La niebla se disipó poco después de que el sol se presentase.
Los hombres huyeron antes de aquello, murmurando sobre preferir morir en el bosque que ser devorados por sirenas o cocodrilos.
Me deshice del agarre de Ren apenas me aseguré de que no iban a volver. No hubo ninguna reacción de su parte cuando me deslicé por su costado y comencé a nadar hacia la orilla, con mi camisa en la mano. No tenía sentido que me la pusiera.
Ren no dijo nada en absoluto. Permaneció callado mientras me seguía. Lo único que hizo una vez que estuvimos fuera del agua fue ofrecerme una de sus camisas, ya que, por supuesto la mía estaba mojada, y prosiguió a darme la espalda para cambiarse. Yo lo secundé con vacilación.
Luego, me pasó el resto de mis cosas, y aún en silencio, empezó a caminar hacia la salida. Sin fijarse si lo seguía o no.
Mi ceño se frunció en confusión mientras lo seguía. Que estuviera tan distante me hizo sentir... mal, de alguna forma.
Esperaba... bueno, no sabía lo que esperaba, pero desde luego no era que me ignorara. Odiaba que me ignorasen.
Y odiaba mucho más que su actitud me afectara. Ni siquiera podía reclamarle, porque ciertamente no me debía nada.
Pero aún así no pude evitar preguntarme si se había arrepentido, y era por eso por lo que no quería enfrentarme.
Suspiré y apresuré el paso al mismo tiempo que avanzábamos a través de los árboles, decidida a hacer el sentimiento a un lado. No podía dejar que me importase si me hablara o no, no ahora que estaba tan cerca de no verlo más.
Si Ren quería hacer como si nada hubiera pasado, yo también lo haría. Y si era necesario, sería mucho peor. Pero no iba a dejar que influyera en mi estado de ánimo, mucho menos él. Nadie debería influir en como me sentía.
A veces era mucho más fácil decirlo.
Acomodé la asa de mano del bolso encima de mi hombro, pensando en qué podía hacer al llegar a Aexion. Por más que Aexion tenía más distancia de la Isla de Baux, allí era mucho más fácil acceder a un barco. No sabía mucho sobre navegar, solo lo poco que Neiran, un viejo amigo, me había enseñado, pero ya vería como arreglármelas con eso, al igual que con el dinero que iban a pedirme cuando necesitara alquilar un barco.
A medida que avanzábamos había menos árboles y arbustos y más luz del sol cayendo sobre nosotros. Me subí la capucha de mi capa para ocultar mi rostro, Ren hizo lo mismo, pero con su cabello platino era casi imposible pasar desapercibidos. Para nuestra suerte, a estas horas no había demasiada gente en las calles. Solo unos pocos que, suponía, estaban de camino hacia su lugar de trabajo. Y no nos miraban más de una vez, sus ojos hinchados y miradas adormecidas demostraban que se encontraban demasiado cansados para hacerlo.
Parpadeé para enfocar mi vista, se había tornado borrosa en los últimos minutos y tenía que concentrarme más de lo debido para al menos darle forma a las cosas. Agradecía que no hubiera ningún objeto tirado en el suelo de adoquín, si no ya habría tropezado unas cuantas veces.