45. Dionne

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No podía creer que estaba sobre un inmenso iceberg si no fuera por el sonido de la gente corriendo hacia un refugio ante la tormenta que se precipitaba

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No podía creer que estaba sobre un inmenso iceberg si no fuera por el sonido de la gente corriendo hacia un refugio ante la tormenta que se precipitaba.

Sentí que el frio iba a congelar mis huesos mientras más me acercaba al barco ubicado a tan solo unos metros de distancia. No entendía como no me derrumbaba ante las olas que lo chocaban fervientemente. No entendía porque me estaban arrastrando hacia allí, siendo evidentemente peligroso navegar con un clima tan nocivo.

Tal vez no iban a partir, solo iban a permanecer allí hasta que la tormenta pase. Eso tenía mucho más sentido que aventurarse al clima.

Un rayo estalló en el cielo, tan potente que hizo que me sobresaltara y diera un paso atrás, ocasionando que mi captor apretara su hombro en reprimenda. Una risa corta y burlona escapó de sus labios.

—¿Su Majestad le teme a los truenos? —pronunció "Su Majestad" con tanto desagrado que tuve inmensas ganas de darme la vuelta y golpearlo—. Qué gran futuro le espera a Revant con tan valiente gobernante.

Las risas no tardaron en presentarse. De reojo, vi como Ren apretaba los puños, sus nudillos blancos por la ira. Tal vez porque no lograba encontrar una salida de esto, no cuando estábamos siendo escoltados por diez personas con armas afiladas y atentos a cada uno de nuestros movimientos.

Me mordí la lengua para no contestarle, no cuando sabía que eso podría tener consecuencias para Ren y para mi. Tan solo me concentré en mantener mi mirada impasible, con el mentón elevado, demostrándoles que sus palabras no significaban nada, que no me habían afectado y que no deseaba que esas palabras fueran ciertas.

Porque debía admitir que en el fondo no me había asustado por el abrupto estallido, sino porque me recordaba al dios que más detestaba y más quería evitar en el mundo.

Crucé los brazos y los acaricié con mis frías manos, frotándolos con ligereza para darme calor. Me gustaba el frío, pero por alguna razón siempre tendía a padecerlo con más dureza que los demás, por lo que debía usar capas y sacos gruesos para soportarlo.

Pude apreciar mucho más el barco mientras subía por la rampa de acceso. Era alto, más ancho de lo que esperaba, con grandes velas cuadradas y madera firme, oscura y lujosa, recién lavada debido al brillo que desprendía cuando refucilaba. Había ciertas figuras ovaladas y líneas doradas gravadas en los extremos.

Apenas di un paso en el interior, el olor a pólvora me abrumó. Supuse que debían tener varios armamentos allí. Consideré aquello como extraño, era muy difícil conseguir armas de manera ilegal en Revant. El rey era exigente con que el pueblo no debería tener a su poder objetos que lastimaran a otros. Incluso los guardias debían dejar sus armaduras en un salón cuando sus horarios de trabajo en el día finalizaban.

Sin embargo, considerando con quienes estaba tratando, no le resultaba imposible creerlo. Sólo me preguntaba quién sería la persona que se los otorgaba.

Huellas y SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora