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CUMPLEAÑOS Nº 4 DE DIONNE

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CUMPLEAÑOS Nº 4 DE DIONNE

Corría sin parar por el bosque, las ramas y piedras lastimaban mis pies descalzos, sin embargo, debía seguir avanzando si no quería que me atraparán. Me agachaba de vez en cuando para evitar chocar contra una rama, aunque gracias a mi baja estatura no lo hice tanto.

—¡Dionne, vuelve aquí! —gritaron detrás mío, pero solo sostuve la caja con chocolates con más fuerza y continué corriendo.

Hoy era mi cumpleaños número cuatro. Mamá, Alida y Elora me recibieron cantándome el feliz cumpleaños, acompañadas de un panecillo de chocolate con una vela encendida en el medio. Némesis estaba durmiendo a mi lado, por lo que sus gritos no tardaron en hacerse presentes apenas la despertaron también.

A pesar de que solo tenía dos años, gritaba más fuerte que una arpía.

Mi madre se apresuró a cargarla, moviéndola en saltos para que su llanto cesara, pero Némesis no mostraba ningún indicio de aquello.

Posteriormente, bajamos a desayunar y estaba toda mi familia presente, menos mi padre. No era una sorpresa, él nunca estaba con nosotras. Le dejábamos un lugar en la mesa en cada celebración familiar, pero nunca venía.

Creo que eso era porque no nos quería, parecía querer solo a mi madre, o al menos eso demostraba.

Tenía un aspecto serio y severo, pero siempre que mi madre aparecía en su campo de visión sus facciones se suavizaban y le sonreía de esa forma única que solo lo hacía con ella.

Yo también quería que me sonriera así.

Quería que mi padre me quisiera.

No era la única, sabía que mis hermanas deseaban eso también.

Tal vez estábamos pidiendo mucho.

Tal vez solo las madres podían querer, y los padres... Bueno, no sé lo que hacían los padres. Un día fui a preguntárselo a Calix, ella siempre tenía las respuestas a todo, debía saberlo.

No fue así, solo me respondió con un simple "no tengo la más mínima idea", y luego estuvo callada y apagada el resto de la semana.

Supongo que sería una duda que nunca dejaría de perdurar.

Me detuve al llegar a un pequeño pero bonito arroyo, caminé hasta una de las rocas y me senté, ya no escuchaba los gritos de mis hermanas, así que debí haberlas perdido.

"Es una rata escurridiza como Elora", eso decía Alida.

Deposité la cajita con chocolates a mi costado, la abrí y no tardé en devorar los dulces que habían allí dentro. El gusto empalagoso y deleitable llenando mi boca.

Estaba a punto de comer el último chocolate, pero el sonido de una rama me atajó.

Miré hacia atrás y divisé a una anciana acercándose al agua.

Huellas y SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora