47. Dionne

120 26 1
                                    

—¿Le resulta difícil de creer? —inquirí al notar que Laertes comenzaba a dudar de mi idea

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



—¿Le resulta difícil de creer? —inquirí al notar que Laertes comenzaba a dudar de mi idea. Necesitaba que estuviera completamente convencido sobre lo que le ofrecía—. Diremos que Delvoire me encontró luego del ataque al castillo. Él le debía mucho dinero a usted, así que me mantuvo atrapada y cada día amenazaba con torturarme si no le decía donde mi padre poseía sus reliquias para venderla. Cuando entendió que no le diría nada, planeó pedir dinero al reino a cambio de devolverme sana y salva —relaté, poniendo cada pizca de convicción en mis palabras—. Sin embargo, antes de que mandase la carta, usted fue a buscarlo a donde residía, me encontró indefensa y débil. Luchó contra él, me salvó.

Los ojos de Laertes se entrecerraron, un leve brillo surgía en su mirada.

—Supongamos que lo que dice es cierto —dijo, casi enarqué una ceja ante la palabra "supongamos"—. ¿Por qué matarlo? ¿No será mejor entregarlo?

Negué.

—Delvoire murió el día que usted me salvó. Usted lo mató.

—Parece muy insistente en que Delvoire muera.

Le ofrecí una sonrisa cruel antes de contestarle.

—Eso es porque yo me encargaré de matarlo —informé, sintiendo la sorpresa de Laertes—. Lo haré mañana o antes de zarpar.

—Ya hemos zarpado.

Mi sonrisa casi titubeó, casi sino fuera porque me había acostumbrado a mantenerla cuando oía algo que me disgustaba. O algo que arruinaba todo.

—¿Ya hemos zarpado?

—Cortesía del Duque —aclaró Laertes—. Este barco tiene algunas modificaciones, podemos navegar ante olas gigantescas sin sentir ni un mareo o desestabilización. También podemos avanzar mucho más rápido.

—¿Cómo el duque ha conseguido algo así?

Laertes se encogió de hombros, indiferente.

—No le pregunto sobre sus asuntos cuando no me incumben, ya he pagado por eso.

Me mordí el labio para evitar preguntarle a qué se refería exactamente.

—Además —prosiguió entretenido—, mi idea era tirarlos a usted y Delvoire en el mar para que no encontraran sus cuerpos. ¿Cómo iba a saber qué me haría tan buena oferta?

Me abstuve de poner los ojos en blanco.

—¿Cuándo volveremos a Revant?

—En una semana.

—¿Una semana? —casí grité.

Laertes pareció encantado con mi reacción.

—Debemos hacer una parada antes de regresar, y no es buena idea dar marcha atrás. Apenas hemos conseguido que no nos detuvieran y descubrieran a los esclavos.

Huellas y SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora