Diez libros estaban esparcidos por el suelo a mi alrededor. Tenía guardado algunos en los estantes en mi habitación, para no tener que bajar a la biblioteca de la casa en las noches que no podía dormir.
Buscaba algo que me diera una pista acerca de una tumba roja o una pared con gemas violetas. No podía guíame con la estatua de Idylla, veneraban a la diosa en diversas partes del mundo. Claro que nunca había escuchado de alguna en el centro de una fuente de agua.
Ném y yo nos habíamos encargado de estudiar todo sobre los dioses, incluidos los monstruos y demás criaturas. Queríamos estar preparadas, por si en el futuro llegará el momento en que aquello nos ayudara.
Memorizamos todo tan a la perfección que hasta podíamos reconocer a un monstruo con solo mirarlo de reojo.
Actualmente seguíamos haciéndolo, dedicándonos ocho horas a la semana a leer libros para ampliar nuestros conocimientos. Hace unas semanas, habíamos comenzado a investigar acerca de dónde se encontraba cada reliquia, estatua o tesoro, pero nunca se mencionaba a los elementos que vi en mis sueños. Ciertamente, no creía que hubiera sido sólo una coincidencia.
—¿Qué quieres conseguir con esto, mamá?—reflexioné en voz baja.
—Deja de fruncir el ceño, pareces una vieja gruñona.
Oh, lo que me faltaba.
Theron estaba recostado en la pared, mirándome con un semblante divertido. Las cortinas estaban arremangadas a los bordes de la ventana, por lo que la luz del sol esparcía un tono luminoso a su piel marrón oscura, su cabello castaño y sus ojos ambarinos, los cuales parecían resaltar y moverse jovialmente.
Después de tantos años, no entendía como podía verse tan impecable en su estado. Supuse que el ser un fantasma tenía cualidades.
Sí, Theron era un fantasma o un alma con asuntos pendientes, como decía él. Había comenzado a verlo a la edad de diez años. Al principio, creía que era mi ángel de la guarda, pero con el tiempo lo relacioné más con un grano en el culo.
—Cállate, estoy tratando de lograr algo importante aquí.
—Y sentarte aquí leyendo, como la come libros que eres, ¿te ayudará a resolverlo?
—Eso espero.
Él enarcó ambas cejas y me miró como si estuviera tratando con una niña pequeña.
—¿Quieres dejar de meterte en mis asuntos?
—No, me necesitas aquí. Recuerda que soy tu conciencia. —El solo pensamiento me había hecho reír tan fuerte que estaba segura de que me escucharon en toda la casa. Él se dedicó a mirarme con indignación fingida—. A pesar de que siento que realicé una gran hazaña al hacerte reír, me encuentro muy ofendido.
—Si tú fueras mi conciencia, entonces que los dioses me salven. Estaría muy perdida.
Él chasqueó la lengua y se sentó a mi lado. Su brazo tocaba el mío, era frío y ligero.
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Huellas y Susurros
Fantasía«El pasado siempre atormenta». Dionne y Némesis Ducreux guardan un profundo secreto. Ellas se vieron obligadas a vivir en el mundo de los mortales por quince años tras la muerte de su madre. Lo que nadie sabe es que ellas son las únicas dos hijas de...