Capitulo 13

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Sebastian

Lauren venía con cara de trauma después de haber salido de la casa de su amiga y yo... bueno yo estaba normal. La acompañe a su casa.

-Sana y salva señorita – dije en cuanto llegamos a la puerta de su casa.

-Gracias por acompañarme Sebastian – me agradeció con una sonrisa y ya estaba a punto de meterse en la casa, pero...

-Oye antes de que hullas de mí, el viernes te espero para lo de mi premio ¿de acuerdo? – le dije con una enorme sonrisa.

-No huyo de ti – me contesto – ¿a qué hora y en donde me quieres? – me pregunto con una ligera sonrisa.

-Cuando salgas de clases te vas a mi consultorio, después te llevare a comer y de ahí nos vamos a mi casa para seguir – dije sin quitar esa sonrisa.

-De acuerdo, entonces ahí nos vemos, guapo – se iba a ir de nuevo.

- ¿Y mi beso de despedida, pequeña? – se giró y me beso.

Nos estábamos besando con amor... quiero decir con pasión si eso... pasión, hasta que un ruido en su casa nos separó. Era su madre. Me tuve que ir antes de que ella saliera.

Lauren

Por fin había acabado las clases, sin nada importante que decir. Al sonar la campana de la escuela, prácticamente salí corriendo para tomar un taxi y llegar al consultorio de Sebastian.

Llegue y entre como si nada a su consultorio. Él estaba escribiendo algo, pero cuando escucho que cerraban la puerta alzo su cara y pude ver que estaba estresado. Pero cuando me vio sonrió y me dijo que me acercara a él. Sin dudarlo corrí hacia él, me senté en sus piernas y lo besé con desesperación. Era algo comprensible si llevaba todo el día esperando para verle.

- ¿Cómo te fue el día? – le pregunte.

-Estresante, pero ya que estas aquí podrías ayudarme con eso – dijo mientras me acariciaba las piernas.

- ¿Y qué es lo que tengo que hacer? – ronronee en su oído.

Sin decir nada, me sentó en el escritorio y abrió mis piernas.

-Nada, solo deja que te revise – me dijo sonriendo mientras miraba entre mis piernas.

Me levanto de nuevo y tuve que poner mis piernas en su cintura. Me llevo a la sala donde revisaba a las mujeres. Y entonces sentí algo raro, ¡Sebastian miraba allí abajo a muchas mujeres todos los días! Eso no me gustó nada.

Me acomodo en la silla, bajo mis bragas y abrió mis piernas. Se sentó en un banquito y se puso a "revisarme". Primero sus dedos empezaron a moverse sobre mi clítoris y no pude evitar soltar un gemido. Siguió así por unos minutos hasta que de repente introdujo un dedo en mi feminidad y yo grite por la sorpresa. Su dedo entraba y salía sin control, cada vez más rápido. Sentí como unas pequeñas gotas de sudor se formaban en todo mi cuerpo. Introdujo otro dedo, antes de que soltara un gemido por esa acción, puso su boca en mi clítoris y comenzó a succionarlo sin piedad. Yo me sentía en el paraíso, se sentía tan jodidamente bien que puse mi mano en su cabeza para que no se detuviera jamás.

Tres dedos tenía en mi feminidad. Ya no podía mas, lo quería dentro de mí. En la habitación solo se oían mis gemidos y el sonido que hacia Sebastian al succionarme. Ahora tenía cuatro dedos entrando y saliendo rápido y duro. Yo prácticamente estaba gritando ya no me importaba si nos oían o nos encontraran así.

- ¡Sebastian... ya... - dije – te quiero... dentro... de mí.

-No hasta que te corras pequeña – dijo decidido – vamos córrete para mí no me prives de comerte.

Después de que dijo eso me corrí en su mano y en su boca.

-Sabes deliciosa – dijo mientras se lamia los labios y los dedos - ¿quieres probar? – me puso un dedo enfrente de mi boca y no dude en chuparlo. Sabia salado, pero me gusto como sabia.

Con una rapidez increíble, se quitó los pantalones, el bóxer, se puso un preservativo y me penetro de un golpe. Todavía no me recuperaba del otro orgasmo y ya lo tenía dentro de mí.

Movía sus caderas rápidamente y con sus manos me rompió la blusa de la escuela para poder sacar mis pechos del sujetador, que también lo rompió, y se metió uno de mis pechos en la boca sin dejar de penetrarme.

-Sebastian... - gemía yo en su oído y cada vez que lo hacia el aumentaba más la velocidad.

Después de unas cuantas envestidas más, los dos llegamos al orgasmo y nos quedamos quietos hasta que nuestras respiraciones se calmaron.

Salió de mí y sé que quito el preservativo para después tirarlo y acercarse a mí y besarme.

-Te voy a dar unas pastillas – fue a buscarlas a uno de los cajones que tenían allí – son para que no te quedes embarazada, te las tienes que tomar todos los días a la misma hora, ya estoy harto de usar ese plástico – dijo haciéndose el molesto.

-Si doctor Stan yo le aré caso en todo – dije como niña buena – pero me debes una blusa y un sujetador – el solo se rio y me beso en la frente.

-No te preocupes este fin se semana no los necesitaras, es más creo que no necesitaras ropa en estos días – dijo con una sonrisa y yo nada más que me quede pensando en lo que me esperaba este fin de semana cumpliendo la apuesta...

Mi ginecólogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora