Capitulo 16

3.5K 133 8
                                    

Sebastian

-Yo también te quiero – escuche una voz y sabía perfectamente a quien pertenecía. Sonreí sin abrir los ojos – levántate dormilón – sentí sus labios en los míos.

-No, quiero quedarme aquí – dije agarrándola por la cintura y acercándola a mí. Escuche como soltaba una pequeña risa.

-Vamos levántate... o en la noche no habrá más sesenta y nueve para ti – abrí los ojos de inmediato y me levanté con ella en mis brazos.

-Ya estoy levantado – dije como un niño bueno. Lauren solo se rio en mis brazos y me dio un beso.

-Vamos a desayunar, me muero de hambre – me dijo.

Se metió en la ducha mientras que yo pensaba en lo mucho que quería a mi pequeña. Lo admito, la quiero para que mentir, en este corto tiempo se ha vuelto una persona muy importante para mí. Anoche le dije "te quiero" pero pensé que no me había escuchado por se quedó dormida, eso me entristeció porque creí que ella no me quería. Pero sentí una enorme felicidad cuando me despertó diciéndome que me quería.

La vi salir del baño cambiada, ahora yo me metí en la ducha. Cuando termine baje a la cocina y vi que el desayuno ya estaba listo.

Desayunamos, la comida estaba deliciosa y yo a cada rato le decía a Lauren que cocinaba muy bien y ella sonreía. Con esa sonrisa que me encantaba ver su precioso rostro.

Decidimos ir a un pequeño parque que estaba por mi casa, después de desayunar. Llegamos al parque y nos pusimos a caminar agarrados de las manos. La detuve tomándola de la cintura.

-Te quiero, lo sabes ¿verdad? – le dije sonriendo.

-Claro ¿y tu sabes que yo también te quiero? – me respondio.

Le di un gran beso, pero alguien cerca de nosotros tosió falsamente. Levante la mirada y vi que había dos señoras dándoles de comer a las palomas y nos miraban con mala cara.

-Es un pedófilo – me dijo una de las señoras mientras me miraban con asco. Lauren y yo nos miramos, y comenzamos a reírnos, nos fuimos corriendo como dos locos tomados de las manos dejando e ignorando a las señoras. Llegamos a unos columpios y me subí, empecé a balancearme hacia delante y hacia atrás. Lauren solo me miraba con una sonrisa.

-Vamos aburrida, súbete – dije.

-Eres un niño Sebastian – me contesto.

-Sí, pero, pero no soy un aburrido – me reí. Vi cómo se acercaba a mí. Se sentó encima de mí, ahora los dos estábamos en el columpio. Puse mis manos en su cintura y la besé con todo el cariño que le tenía, seguimos el beso por un rato más hasta que nos quedamos sin aire. Separo su rostro del mío y me miro a los ojos sonriendo y yo hice lo mismo. Se aferró a mi cuello y yo empecé a columpiarme de nuevo con ella encima de mí. Ambos nos la pasamos riéndonos un por un largo rato. Después nos bajamos del columpio y nos tumbamos en el césped a mirar las nubes. Me gire para mirarla y tenía los ojos cerrados. Estaba tan perfecta y relajada que me dieron ganas de tomarle una foto. Saque mi teléfono y me acomode a un lado de ella y nos tomamos una foto. Yo sonriendo y ella con los ojos cerrados. Escucho el sonido de la cámara cuando tome la foto y abrió los ojos, me miro con una cara de querer matarme, pero en vez de eso de rio y tomo mi teléfono. Nos tomamos una foto mientras nos besábamos.

Nos tomamos muchas fotos, pero el sonido de un trueno la asusto. Comenzó a llover rápidamente, nos levantamos y corrimos para no mojarnos, pero fue demasiado tarde, íbamos a la mitad del camino cuando ya estábamos empapados. Así que mejor nos pusimos a jugar bajo la lluvia, mientras reíamos.

- ¿Me concede esta lluvia para besarla, señorita? – dije haciendo una reverencia.

-Claro, caballero – dijo sonriendo.

Me acerque a ella y la tome pos su cintura. Ella puso sus manos en mi cuello, se puso de puntillas para que no me agachara tanto y unimos nuestros labios en un cálido y tierno beso.

Nos tuvimos que separar por que empezó a llover cada vez más fuerte, nos fuimos corriendo hasta llegar a casa. Al llegar nos metimos a darnos un baño juntos pero esta vez no hicimos nada, solamente nos acariciábamos... ¿Con amor?

Nos arropamos en la cama juntos.

-Oye, este es tu ultimo día de castigo y no me pediste nada – dijo como una niña pequeña.

-Solo te pediré una cosa... que me quieras y que nunca me dejes – dije mientras la abrazada.

-Eso siempre lo tendrás – dijo con una sonrisa – y eso no lo are por la apuesta – poco a poco los dos nos quedamos dormidos, escuchando como caía la lluvia en las ventanas.

Mi ginecólogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora