Capitulo 112

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Lauren

Sin previo aviso, entro de golpe en mí. Grite y estoy segura de que Sebastian lo hizo de igual forma, pero no podía oírlo. Lo único que podía oír era la sensual música que emanaba los auriculares y mi agitada respiración. También podía sentir esas dos bolas que estaban en mi ano moviéndose cuando Sebastian me envestía.

Las caderas de Sebastian empezaron a moverse, penetrándome con dureza. Yo por mi parte movía mis caderas para ayudar a Sebastian a que tuviera mejor acceso. Sus movimientos se hicieron poco a poco mas rápidos, me sentía en el paraíso. De vez en cuando metía todo su miembro de una sola embestida, otras veces se metía hasta la mitad. Mis manos estaban siempre en las sabanas, apretándolas, cada vez que se movía con más intensidad.

Mi cuerpo estaba más que excitado. Estaba segura de que me correría tremendamente esta noche. Solo faltaba poco para que eso ocurriera y al parecer Sebastian estaba igual que yo, apunto de correrse. No sé de donde saco fuerzas, sus movimientos se hicieron aún más rápidos y mientras que me envestía con fuerza, sus manos al fin se quitaron de mis caderas para pasarse a mis pechos, que ya los tenía abandonados.

Los estrujaba y pellizcaba mis pezones. Solo eso bastó para que me corriera por fin. Grité fuertemente, pero no supe que tan fuerte lo hice porque aun tenia los auriculares. Sebastian todavía siguió moviéndose por unos segundos más hasta que se corrió y volví a sentir esa hermosa sensación de sentirme llena de él.

Mis manos me dolían, jamás las retire de la cama. Algunas gotas de agua cayeron a mi abdomen, deduje que era el sudor de Sebastian. Me quito los auriculares y ahora si ya podía escuchar el sondo de nuestras respiraciones demasiado agitadas. Esta vez sí me había hecho el amor muy duro y me encanto.

Sebastian por fin me dijo que ya podía quitar las manos de la cama. Lo primero que hice fue dirigir mis manos hacia su bien formado abdomen y a partir de ahí las deslicé hasta que llegaron a su nuca y a su pelo, que estaba húmedo por el sudor. De inmediato lo atraje hacia mí para poder besarlo con mucha intensidad y amor. Sobre todo, amor.

Después de que nos separamos de una pequeña ronda de besos, me giro para quedar boca abajo. Volvió a levantar mi trasero al aire, lentamente empezó a sacar las bolas una por una. Suspire de alivio cuando las bolas estuvieron fuera de mí.

Pero sentí como Sebastian me volvía a aplicar lubricante. Esto se pondría mejor, pensé. Me puse en cuatro patas esperando a que entrara en mi de un solo golpe como lo hizo hace un rato, pero no lo hizo, más bien su miembro entro más despacio que pudo.

Hace años que no teníamos sexo anal. Todavía me acordaba cuando fue mi primera vez, cuando Sebastian llevo a su amigo Tom para hacer un trio.

Su miembro entro y creí que ya era todo, pero no, todavía le faltaba un poquito más para estar completamente dentro de mí. Los dos no nos movimos para nada hasta que me acostumbre de nuevo a su tamaño.

El empezó moviendo sus caderas lentamente de adelante hacia atrás. Había olvidado esa sensación por completo, parecía como si fuera de nuevo virgen. Después de unos minutos sus embestidas se hicieron más potentes y rápidas. Contaba sus embestidas... una... dos... tres... veinte... mil...

Mis caderas por instinto empezaron a moverse contra Sebastian. El recargo su pecho, sin dejar de embestirme, contra mi espalda y podía sentir su sudor juntarse con el mío. Beso mi hombro, deje caer mi cabeza hacia atrás y la moví hacia un lado para poder besar a Sebastian.

Su lengua invadió mi cavidad bucal y se peleaba con mi lengua. Era uno de los besos más excitantes que me gustaban que Sebastian me diera. De pronto se quitó de encima de mí y sus caderas empezaron a moverse en círculos.

Ahora si podía escuchar nuestros gemidos, que no eran para nada silenciosos, pero eso no nos importaba. Solo queríamos seguir haciendo el amor hasta el cansancio. Una feroz embestida me saco de mis pensamientos y juro que creí por un segundo que me partería en dos en cualquier momento.

-Dime Lauren... ¿a quién le perteneces? – me dijo entre jadeos y gemidos sin dejar de embestirme con fuerza.

-A... a... a ti... - le conteste – s... solo... a ti.

Lo único que escuche fue un gruñido de aprobación. En cualquier momento se correría en mí y yo no me quede atrás. El me siguió penetrando y varias corrientes eléctricas empezaban a recorrer mi cuerpo entero.

Mordí fuertemente mi labio cuando sentí que se corrió en mi ano y yo me corrí al fin. Nos quedamos unos minutos más en la misma posición, para recuperar el aliento. Cuando mis pulmones volvieron a tener oxígenos, me deje caer en la cama boca abajo.

Sebastian también se dejó caer y cayó encima de mí, pero no me hizo daño. Me quite el antifaz, como pude me gire para mirar a Sebastian. Quien me miraba con una enorme sonrisa, mostrándome su perfecta dentadura. Le correspondí la sonrisa y me acerqué para darle un cálido beso.

-Te amo lo sabes ¿no? – me dijo después de romper el beso.

-Si – le di un beso – y yo también te amo con todo mi corazón.

Me respondió con otro beso, pero esta vez era más apasionado. Los dos nos arropamos y nos abrazamos hasta quedar totalmente pegados bajo las sabanas. Estaba a punto de caer dormida cuando, la puerta de la habitación sonó.

Enojado Sebastian se separó de mí, se puso el bóxer y fue a abrir la puerta. Espere hasta que regresara y cuando lo hizo venía con una sonrisa estaba a punto de reírse.

- ¿Quién era? – pregunte.

-Era el hombre de recepción – se rio.

- ¿De qué te ríes? – le volví a preguntar.

-De que dijo que no deberías hacer mucho escándalo por que los huéspedes se quejaron del ruido – dijo los dos nos reímos.

Y ahora, los dos ya pudimos dormir juntos.

Mi ginecólogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora