Capitulo 111

1.5K 49 0
                                    

Lauren

Después de que los dos llegáramos al orgasmo, nos quedamos unos minutos todavía en el jaccuzi, acariciándonos, abrazados y dándonos pequeños besos. Cuando por fin salimos del jaccuzi pude darme cuenta de que casi toda el agua estaba tirada. Solté una pequeña risa y vi a Sebastian que solo sonreía dulcemente.

Sebastian me ayudo a secarme con una toalla y yo también hice lo mismo con él. Estaba a punto de caminar cuando siento que unas manos se posan en mi cintura y de la nada mis pies ya no tocan el suelo. Me estaba cargando.

Sonreí como tonta enamorada durante todo el camino, hasta que me llevo directo a la cama y me dejo delicadamente sobre ella. Se acercó hasta que nuestras bocas quedaron pegadas de nuevo, jamás me cansaría del sabor de sus labios.

-Quiero probar algo nuevo ¿me dejarías pequeña? – me preguntó y yo solo le dije que si con un movimiento de mi cabeza.

El sonrió, se alejó de mí. Pude ver como caminaba hacia la mesa que estaba en la habitación, no pude evitarlo y durante toda su caminata me distraje mirando su sexy trasero y no le volví a prestar a tención a lo que hacía. Me dedique a admirar su espalda, me percate que había arañazos en ella y sonreí por ser la causante. Sebastian regreso con un antifaz de eso que se usan para dormir.

-Póntelo y ponte boca abajo con las manos en la espalda – hago lo que él me pide, espero y me pongo alerta cuando siento que me pone unas... ¿esposas? En mis muñecas – tranquila es parte del juego no te are nada malo Lauren.

-Bien, pero ¿me dirás que vas a hacerme? – tenia curiosidad.

-No te diré nada, solo relájate y disfruta – dijo y no me quedo de otra que aguantarme.

Con ayuda de sus manos, levanto mi trasero y quede hincada, pero con el rostro en la cama. En esa posición podía sentir el aire fresco que había por la calefacción. Quise preguntarle algo a Sebastian, pero cuando su boca se posó en mi feminidad no pude no formular una simple palabra.

Deje que su lengua se paseara por todos lados, mientras yo jadeaba en busca de aire. Trataba de mover mis manos, pero era imposible, quería pegar la boca de Sebastian más a mí. Me rendí de luchar contra las esposas y mi amante ya tenía mi palpitante feminidad entre su boca. Inconscientemente me moví hacia delante, pero Sebastian no me dejo, simplemente me pego más a mí y pude sentir como recibía una fuerte nalgada. Gemí alto, pero no de dolor sino de excitación.

Su lengua se movió de mi feminidad para pasar a mi... ¿trasero? Y empezó a lamerlo. Un escalofrío paso por todo mi cuerpo, poniendo mi piel de gallina. Al poco rato separa su traviesa boca de mí. Sentí como se bajaba de la cama, escuché como buscaba entra varias cosas y volvía a sentir como se hundía la cama.

Espere para ver lo que hacía. Uno de sus dedos se fue de nuevo directo hacia mi trasero, poniéndome creo que un lubricante, no estoy segura... joder Sebastian quiere hacérmelo por atrás. No me desagrada la idea, de echo era todo lo contrario.

Algo redondo se introdujo en mi estrecho ano, más bien eran dos cosas. Mordí las sabanas por el dolor que sentía. Mi respiración se aceleró más. Una vez que esas cosas estuvieron dentro de mí, Sebastian me dio otra nalgada. Me estaba encantando que hiciera eso.

De pronto me empezó a quitar las esposas. Me giro con mucho cuidado sobre la cama. Pues cuando me moví las bolas se movían en mi interior.

-Te vas a poner estos auriculares, pequeña – me los puso en las manos y yo me los puse – y no quiero que muevas las manos por nada del mundo de la cama – tomo mis manos entre las suyas y las puso en la cama – porque si me desobedeces te ganaras un castigo Lauren y ya no podrás seguir disfrutando de lo que te are – lo ultimo me lo dijo susurrando - ¿entendido?

-S... Si – tartamudeé por mi excitación.

-No te escucho – me dijo con esa voz ronca que tanto me gustaba.

-Si – grite.

-Muy bien, empecemos – dijo.

Estaba tan concentrada en sentir lo que me haría Sebastian que se me había olvidado que tenía los auriculares. Fue que recordé que lo tenía puesto hasta que la música empezó a sonar. Una suave pero sensual música empezó a sonar. Ahora no podía ver, ni escuchar o tocarlo. Me estaba torturando.

Sebastian me abrió las piernas y solté un gemido en cuanto sentí que su miembro se froto en mi feminidad. Sin duda era su miembro, lo conocía tan bien. Con mis manos estruje las sabanas de la cama. Quería a mi Sebastian, pero no quería ser castigada y no quería que se detuviera nunca.

Mi ginecólogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora