5. Shakira

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— ¡¿Qué tu hiciste qué, Beatrice?!

Ouch, no me llamó Shakira, eso dolió.

—Tú insististe, yo te advertí que no te iba a gustar oírlo.

Allen se aprieta el puente de la nariz en una clara señal de que lidiar conmigo lo lleva al límite de su paciencia. Sin temor a equivocarme puedo decir que Allen Graham es la persona, sobre la faz de la tierra, que me tiene más paciencia, no entiendo cuál es su secreto para no hartarse de mí y mis idioteces, fuimos novios durante dos años, eso debió darle material suficiente para concluir que estoy loca.

¿Quién dice que no puedes ser amigo de tu ex? Allen y yo rompimos hace dos años, dejamos de ser novios, pero no amigos. De hecho lo considero mi mejor amigo.

Allen no entra en las estadísticas de mi historial de corazones rotos, por eso jamás menciono que salí con él desde los catorce hasta los dieciséis, que asistió a mi fiesta de quinces, que bailó el vals conmigo, que perdimos la virginidad juntos —por cierto, fue desastroso y cómico ese día—, que tuvimos una relación linda que dejó muy buenos recuerdos y que fortaleció nuestra amistad. Obviamente, al principió dolió, fueron dos años juntos, acostumbrarse otra vez a vernos solo como amigos fue difícil, pero lo dejamos en buenos términos y ninguno de los dos falló, simplemente llegamos a un punto en el que nos dimos cuenta que no podíamos forzar nada y que solo debíamos dejar fluir las cosas. Rompimos de mutuo acuerdo y de la forma más amigable posible.

—Te mereces algo mejor. — Fija esos bonitos ojos color chocolate en mí—. No tienes que demostrarle nada a nadie, Shakira, menos a ese tipo.

Me ha llamado Shakira desde que nos conocimos en clase de español, éramos compañeros de mesa y en una exposición que nos pidió la maestra sobre algo que nos gustara —a ambos, lógicamente— lo hice hablar sobre mi diosa Shak. Yo hablé, Allen solo pasó las diapositivas y dijo una que otra cosa, los otros cuarenta minutos fui yo hablando en mi perfecto español sobre ella.

Nos sacamos diez ese día, Allen estaba feliz, principalmente porque fue la primera exposición en las que no escuchó burlas por sus problemas de lenguaje; porque a) estaba conmigo y siempre he tenido cierta fama de brabucona en la escuela, b) practicamos muchísimo sus líneas hasta que le fue fácil decirlas, y c) perdimos los nervios besándonos en el baño antes de entrar a clase.

—No lo hago por él. — Zanjo.

—Los dos sabemos que lo haces por él. — Dice con una sonrisa confiada—. Intentas demostrarle que estás ahí y no solo para estar en su cama.

Allen no habla mucho, no cuando no ha entrado en confianza y no ha construido un ambiente seguro en el que sienta que no va a recibir burlas o miradas de lastima por su dificultad para hablar, también necesita convencerse de que la otra persona no va a desistir de intentar entenderle. Yo le entiendo todo, a veces hasta se me olvida que hay palabras que suenan diferente en su boca.

—Odio cuando te pones en modo psicólogo. — Me inclino sobre la ventana y le doy un empujón—. ¿Entonces qué piensas?

—Que es una pésima idea, — se detiene un momento, siempre lo hace cuando siente que su lengua va enredarse con una palabra, — y que Do... Do... Donovan no merece que lo uses así.

—Usar es una palabra muy fea, Allen. — Rueda los ojos—. Solo quiero darle lo que siempre ha deseado, o sea a mí.

Niega y oculta el rostro entre sus manos. Llevamos más de una hora hablando y no hemos avanzado nada. Sigo estando castigada y mi mamá sí está hoy en casa, por eso Allen tuvo que venir hasta aquí para poder hablar, subir cinco pisos por la escalera para incendios en un costado del edificio hasta llegar a la ventana de mi habitación. Porque también tengo prohibido hacer contacto con la humanidad, ese castigo llegó con todo.

El club de las niñas mal: Bea Libro I 🩷 [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora