«BEA. PROHIBIDO ABRIR»
Retiño las letras con el rotulador negro para que quede claro el mensaje, lo que hay dentro de la caja es de mi propiedad y sólo yo debo abrirla. Odio las mudanzas, he estado yendo de un lado a otro por tantos años que creo que le agarré fobia a algo tan simple como cambiarse de casa o de vecindario, en serio odio con la vida tener que mudarme, si de mí dependiera nos quedaríamos en este apartamento hasta el fin de los tiempos.
Sello la última caja con las cosas de mi cuarto lista para ponerla junto a la pila de cajas en la sala y las plantas de Tita porque se niega rotundamente a dejarlas, no hubo poder humano que la convenciera de regalárselas a la vecina, casi aniquila a mi mamá cuando se lo sugirió.
— Listo esto aquí.
Me saco la tapa del rotulador de la boca y miro a ese amable y apuesto chico rubio que se ofreció a ayudarme con la mudanza. Zeke en serio se merece un altar, yo sola nunca hubiera terminado de desarmar los muebles y de empacar todo para antes de las tres que es la hora en que el camión de la mudanza quedó en pasar.
— ¿Te puedo llevar conmigo también? — Viene a sentarse junto a mí en el piso, — puedo hacerte espacio en mi nueva habitación, escuché que van a dejarme una para mí sola.
Me imaginé el despertar más incómodo, dramático si se quiere, pero aparte de la serenata de Ashley cantándole We Are The Champions de Queen a su hermano, todo estuvo bien, tranquilo y normal. De su casa vinimos a la mía, pidió el día libre en el trabajo para ayudarme a terminar de empacar y para acompañarme a mi nuevo hogar. No acostumbro a traer muchos chicos con mi familia, de hecho el único que le he presentado a mi mamá es a Allen y sólo porque me encontró esas cartas que mi entonces novio me escribía, fue imposible no hacerlo, después de eso no ha habido ningún otro, y tal vez eso explique la cara de asombro de mi señora madre al verme llegar con Zeke, aunque sinceramente no sé si el asombro fue porque traje un chico o si fue porque el chico era él.
Una de sus manos se enreda en mi cabello y tira suavemente para acercarme a él con el fin de besarme. Al principio es un simple roce de labios que de a poco va escalando hasta que nuestras lenguas acaban encontrándose. Esto me encanta, que se sienta tan cómodo conmigo como para besarme y tocarme cuando le nace hacerlo, que conmigo no sea el chico bueno y autorregulado, que pierda los estribos y sólo se deje llevar.
»— ¿Eso es un sí?
—Es un sí, — me besa la punta de la nariz, — pero dudo que a tu mamá y a su esposo les agrade la idea de tenerme ahí.
—Novio. —Corrijo—. Es su novio, cruzo los dedos para que siga siendo así.
No es egoísmo, es sólo la mala experiencia de un divorcio... por Dios, a veces sueno como de cuarenta y ni siquiera es por mí. En el pasado mi mamá ya se casó y eso no terminó nada bien, de hecho aún seguimos lidiando con las consecuencias de ese matrimonio fallido, porque un corazón roto duele, pero duele más pagar por un divorcio, no son nada baratos.
—Prométeme que si llega a sobrepasarse contigo vas a contármelo, — pasa los dedos por esa cadenita con mi nombre (mal escrito) que me regaló mi abuela paterna cuando nací, en honor a ella soy Beatrice, se llama Beatriz, pero mi mamá quiso que sonara más estilizado y gringo escribiéndolo distinto, — que no vas a hacerte la valiente ni a quedarte callada para arreglarlo por tu cuenta.
—Soy más fuerte de lo que aparento, sé cómo defenderme.
Traza lentamente mis clavículas con los dedos dejando por el camino una rara sensación de corrientazos en mi piel.
—Eso lo sé, — sonríe orgulloso, — pero no estás sola, hay muchas personas a tu alrededor dispuestos a todo por ti, mi hermana, Nia, Becky, Lee, Graham, yo... eres importante para nosotros y haríamos lo que fuera por ti.
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El club de las niñas mal: Bea Libro I 🩷 [TERMINADA]
Fiksi RemajaBeatrice Ramírez es sinónimo de caos. Problemática, impulsiva, rebelde e ingobernable. Son muchas las opiniones sobre Bea, pero todas coinciden en algo: Bea es una niña mal.