33. El Reloj

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Forcejeo una y otra vez con el candado del casillero. Es la quinta vez que coloco la bendita combinación y la puerta sigue sin abrirse. Estoy a nada de usar la violencia, a nada. Siento una presencia tras de mí al tiempo en que un par de manos con las uñas pintadas de negro mate aparecen en el panorama para intentar abrir el candado y con sólo un intento logra lo que yo no pude en quince minutos. 

—Lo tenía bajo control. — Miento.

Comienzo a sacar algunos libros de la mochila para dejarlos y a guardar otros que necesito llevarme a la casa.

—Tú y el casillero. Un clásico. — Se mofa Lee—. ¿Tienes planes?

—Tengo que esperar a que Wyatt venga por mí.

Estoy en una posición bastante incomoda, desde que tengo uso de razón he sido muy independiente y he hecho lo que me da la gana, pero con todo lo de Cameron he tenido que adaptarme al plan de Wyatt, lo cual básicamente es andar con él de un lado para otro y así evitar que el Uga-Uga mayor se acerque a mí o a Zeke, porque no tengo ni idea de qué hizo o le dijo a Cameron pero llevamos casi tres semanas sin saber de él, incluso le presenté mi renuncia a Liz y de él ni señales de humo hubo, lo cual para mí es raro, rarísimo, pero Wyatt dijo que era normal y que él ya no sería un problema. Elegí creer, básicamente porque no tenía otra opción.

—Vamos a ir a casa de Beck ¿Te unes?

Miro el reloj en mi muñeca izquierda para chequear la hora y saber cuánto falta para que Zeke salga del entrenamiento y cuánto falta para que mi koala guardián pase a buscarme.

—Me uno, pero déjame escribirle a Zeke para que nos encontremos allá.

Saco el teléfono y empiezo a escribir rápido en nuestro chat y cuyo último mensaje fue un sticker que hice con la cara gruñona de Tesla. Habíamos quedado en que al salir iríamos a la biblioteca a hacer tareas como lo hemos hecho casi a diario hasta que Wyatt pasa por mí.

—Ahora nos avisamos todo. — Dice en tono de asombro—. Se me hace que ya te perdimos, Bee, te pusieron la correa.

—No digas bobadas. — Vuelvo a guardarme el aparato en el bolsillo—. ¿Nos vamos?

—Te pusiste roja.

—No es cierto.

—Rojita como la kétchup. — Me pincha las costillas con los dedos haciéndome cosquillas. — ¿Por qué te sonrojas?

— ¡Lee! — Chillo entre risas, — ¡Detente!

Chocamos con varios estudiantes por el corredor mientras nos movemos, muchos nos miran con vergüenza ajena por la escena que estamos montando, pero como es habitual vamos tan en nuestro rollo que los ignoramos.

— ¡¿Por qué te sonrojas?! — Mi risa se hace más escandalosa, — ¡¿Desde cuándo un chico te pone así?! —No puedo defenderme por andarme riendo, — Vamos, cuéntale a mamá Lee todo, — en medio del juego llegamos a donde nos esperan las demás, — ¡No voy a detenerme hasta que hables!

—Lee, déjala no ves que está al borde de un ataque. — Nia me aparta de ella y me ofrece su botella de agua—. Regla básica de supervivencia: Dile lo que quiere saber, igual de un modo u otro lo va a averiguar.

Me aprieto la panza fuerte buscando aliviar el dolor, Becky toma una de sus carpetas y la utiliza para abanicarme. Nos quedamos así un par de minutos esperando a que la diva del lugar aparezca, cuando lo hace viene acompañada de su leal sequito de fans, lo habitual.

—El sábado habrá una fiesta en mi casa, me encantaría que vinieras. — Uno de los chicos, el más atrevido al parecer, le habla para algo más que adularla—. Ten mi número, llámame por favor.

El club de las niñas mal: Bea Libro I 🩷 [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora