19. Lección Cuatro

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Es oficial, Jonah Reed me odia.

Lo supe en el momento en que me respondió con dos piedras en la mano para dejarme clarísimo que mi presencia en casa de los Donovan estaba mortificando su existencia y que había interrumpido una partida de no sé qué videojuego por la que habían estado no sé cuántas horas frente al televisor él y Zeke, este último ahora siendo reemplazado en tan titánica labor por su otro amigo, para así dejarse arrastrar al camino de la perdición.

Camino de la perdición = Yo.

En fin, cada loco con su tema, por fortuna el tormento de Ash estaba ahí para responder a mi pregunta y decirme que la persona que andaba buscando estaba arriba en su habitación. Jonah no perturbó mi paz ni por un segundo, es más, descubrí que fastidiarlo me da cierta satisfacción.

— ¿Tuviste que esperar mucho? — Me giro en la silla y... Ave María purísima, qué es todo eso. — Jonah llegó temprano en la mañana y desde entonces estuvimos jugando, me olvidé por completo de almorzar, de cambiarle la arena a Tesla y de bañarme.

Me llevo el puño a la boca y me muerdo una uña mientras me deleito con el paisaje frente a mis ojos. Contexto: Zeke y yo solos en su habitación, con él medio desnudo y recién salido de la ducha. Hoy me desperté con todos los astros alineados a mi favor, me siento el alma favorita de Dios ahora mismo.

»— ¿Tienes prisa o puedo ir a cambiarme?

¿Cambiarse? ¿Para qué? Así en toalla estás perfecto, permítele a esta pobre alma pecadora deleitarse con las maravillas del creador.

»— ¿Por qué me miras así?

¿En dónde mierdas estuvieron mis ojos todo este tiempo y por qué no notaron que Zeke estaba tan bueno? O sea, siempre me pareció que tenía algo que lo hacía lindo, pero esto es más de lo que mis mundanos ojos habían captado.

»—Bea.

Ah cierto, estamos «peleados» y no soy Pinky sino Bea.

— ¿Uh?

— ¿Por qué me miras así?

Debería darte vergüenza, Beatrice, de pésimo gusto mostrar tanto el hambre.

—Por nada en especial.

Me giro de nuevo hacía la laptop para seguir revisando las notificaciones de Facebook. En mi casa estamos sin internet por exceso de pago, ando robándole Wi-Fi a cualquier red vulnerable que se me cruce porque tampoco he pagado el plan del celular. La computadora estaba ahí y él me la ofreció, tonta no soy y menos una abusiva. Pobre, pero con dignidad y educación.

— ¿Segura?

De reojo veo la puerta moverse y luego escucho el inconfundible «clic» que hace al cerrarse, todo pasa casi al tiempo en que la silla en que estoy sentada se gira sin que sea yo quien la mueva. Tan pronto doy vuelta un frío electrizante me recorre por completo al sentir su cuerpo sobre mí, estamos tan cerca que puedo percibir el olor de su jabón, del desodorante y hasta de la crema de afeitar que usa, incluso las gotas de agua que escurren de su cabello acaban cayendo sobre mi pecho

»—Tú y yo tenemos una conversación pendiente.

Bajo la mirada a su boca. Si llego a decir que no quiero besarlo, que me parta un rayo por mentirosa.

— ¿Sí? — Me recargo contra el espaldar, — no lo recuerdo.

—Puedo refrescarte la memoria.

— ¿Oh, en serio? — Enarco una ceja, — suena interesante, cuéntame más.

El club de las niñas mal: Bea Libro I 🩷 [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora