— Cuéntame, Bea ¿Cómo estuvo la navidad?
Dejo de colorear el mandala y lentamente regreso la mirada a la pantalla de la laptop. Esto de las nuevas tecnologías, el home office y la globalización son una locura, al punto de que mi psiquiatra está en este momento en algún lugar de Sudamérica y yo en una cabaña en medio de las montañas en algún punto remoto y exclusivo de Estados Unidos volviéndome paleta helada y ahogándome en mocos.
—Estuve tres días sin voz, con fiebre de más de cuarenta, escalofríos, congestión nasal, sobreviviendo a base de tés y sopas. Eso resume bien no solamente mi navidad sino que también la última semana, creí que no viviría para contarlo, fue horrible.
La Dra. García se ríe sin problema de mis dramas, no es falta de profesionalismo, creo que es más una señal de felicidad porque al fin su paciente más difícil parece lista para comenzar a hablar.
—Algo me contó tu mamá. — Cancelamos muchas sesiones, en serio estuve más allá que acá, hasta tuvieron que llevarme a un hospital cercano a que me pusieran oxigeno porque a los dioses de las enfermedades se les ocurrió que era un buen momento para que me diera un ataque de asma—. También me contó que decidiste cambiar de look, hablemos de eso.
Dios mío, Ángela casi hace una fiesta porque decidí cambiarme el color del cabello, sólo le faltó publicarlo en un diario de alta circulación nacional, para su mala suerte no me deshice del rosa por completo porque me gusta mucho, ahora lo llevo negro por encima y con una mezcla entre rosa y magenta por debajo. Lo positivo del asunto es que lo aprobó, al menos piensa que me veo más presentable que antes.
—No hay mucho que hablar al respecto, una mañana sólo me desperté con la idea de hacerlo y lo hice.
— ¿Y por qué elegiste el negro?
—No lo sé... — digo dudosa, — ya no me gustaba lo que veía en el espejo, supongo, quería un cambio radical, además es mi color natural, así que no voy a tener que lidiar con las raíces y todo eso tan a menudo.
—También te lo cortaste.
—Sí. — Me paso los dedos por las puntas de mi ahora corta melena—. Hice un desastre, mi mamá lo intentó arreglar un poco, pero no pudo, así que tuvo que llevarme con un estilista, ahí aproveché y me cambié el color.
— ¿Y por qué lo hiciste?
Me remuevo incómoda en la silla y voy bajando la mirada despacito mientras la sala se llena del más lúgubre silencio, de nuevo regreso a mis silencios que son mi zona de confort.
»— ¿Sentiste el impulso de hacer algo más, Bea? — De reojo veo hacia la puerta en donde del otro lado se encuentra mi mamá escuchándolo todo, logro ver su sombra por la rendija de abajo, — ¿Hacerte daño tal vez?
—Sí... no fue un impulso, más bien un pensamiento, sólo estuvo ahí unos segundos y luego lo deseché.
—Entonces te enfocaste en tu cabello.
Suspiro ruidosamente y me dejo caer contra el espaldar del sillón.
—En parte, pero también porque no quería seguir viendo a esa Beatrice. — Regreso la mirada a la pantalla—. ¿Estuvo mal?
—Aquí nada está bien o mal, Bea, no me siento frente a ti dos veces a la semana para juzgarte o para restringirte algo, estoy aquí para escucharte, orientarte y ayudarte a gestionar tus emociones, en esto nadie tiene la verdad absoluta, ni siquiera los psiquiatras, llevamos años buscándola, pero aún nada.
—Genial.
—Además no soy mucho mayor que tú, no he vivido tanto como para creerme superior a ti. — Eso me hace sonreír—. Desviándonos un poco del tema, supe que te llegó una citación de la corte para declarar en unos meses ¿Cómo te sientes con eso?
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El club de las niñas mal: Bea Libro I 🩷 [TERMINADA]
Novela JuvenilBeatrice Ramírez es sinónimo de caos. Problemática, impulsiva, rebelde e ingobernable. Son muchas las opiniones sobre Bea, pero todas coinciden en algo: Bea es una niña mal.