77. El Regalo (I)

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— ¿A dónde vamos?

Es probablemente la quinta vez que lo pregunto desde que salimos de su casa y tal vez estoy siendo un poquito intensa con el tema, pero es que ha insistido tanto con esta salida, ha mantenido tan hermético todo y se ha comportado tan extraño últimamente que tengo el Jesús en la boca como dice mi abuela. Si fuera nada más un simple un regalo de cumpleaños, pues me lo habría enviado el día que era y se acabó, pero no, él dejó pasar más de una semana para ahí sí dármelo... ¡Aparte ni siquiera fue a la celebración que Joyce y las chicas me organizaron, se inventó no sé qué cosa de su nuevo trabajo y a la mera hora canceló!

No lo olvido, y me vale si suena infantil, pero me quedé esperándolo esa tarde, le guardé pastel y todo, pero como no llegó se lo tuve que dar a Wyatt. Tampoco se me olvida que ha estado raro y misterioso, que quedamos en contarnos todo, que yo he cumplido y él no. 

Bájale un toque al drama, Bea, no te queda nada bien.

—Lo sabrás cuando lleguemos. — Resoplo al escuchar la misma respuesta de vuelta—. Estamos cerca, ten paciencia.

Noticia de última hora: soy el ser menos paciente sobre la faz de la tierra, ¿Hello? Sufro de ansiedad, la paciencia, la calma y la serenidad no se hicieron para mí.

—No puedo regresar muy tarde a mi casa, mi mamá necesita ayuda extra para ultimar los detalles de la boda, además no le gusta que esté afuera cuando anochece.

—Descuida, hablé con ella y estuvo de acuerdo con que volvamos tarde hoy.

¿Perdón? ¿De qué me estoy perdiendo aquí?

—Mi mamá te dejó salir conmigo, — repito para que escuche lo ridículo que suena, — me dio permiso para estar hasta tarde en la calle contigo y sin su supervisión. Zeke, en serio ya estas preocupándome.

Ríe tranquilamente, y obviando el hecho de que se está riendo de mí y no conmigo, es refrescante, motivador, su risa me hace sentir tranquila, como si todo hubiera regresado a esa normalidad en donde somos nada más un par de adultos jóvenes sin idea alguna sobre la vida intentando encontrar su lugar en el mundo.

—Te garantizo que es cien por ciento real, si quieres lee la conversación, no la he borrado y no planeo hacerlo, tu mamá por chat es otra persona, hasta me llamó hijo. Parece una tontería, pero viniendo de ella se siente como encontrar vida en Marte.

Lo llamó «Hijo», háganme el bendito favor. No sé cuál de los dos es el que se la está fumando verde, pero algo raro pasa aquí, si ya lo llamó de esa manera eso quiere decir que entramos a ligas mayores. Que Dios no ampare y nos agarre confesados.

—Ok.

No hago más preguntas y me quedo quietecita en mi lugar el resto del camino, que por fortuna para mi hiperactividad no es muy largo, pronto llegamos a nuestro destino. Igual sigo sin entender nada de nada.

—Espera, traigo las llaves por aquí...

¿Cómo por qué cargarías las llaves de una casa que no es la tuya? Preguntas que me llegan así de la nada.

—Gracias.

Entro primero y me quedo a esperarlo, no me atrevo a ir más allá sin su compañía. Recorro con la mirada toda la estancia, no es muy amplia como la de la casa de los Ross, pero lo suficiente para poner una que otra cosa aquí y allá para amenizar el ambiente. Lo siento tomarme de la mano y me dejo guiar por la casa. Seguimos estando en el pueblo, sólo que de ese lado en donde las casas quedan cerca de la playa, está en particular está en la playa, no tienes que caminar mucho para llegar.

El club de las niñas mal: Bea Libro I 🩷 [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora