89. La Elección

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ZEKE

— ¿Estas filmando? — Pasa por mi lado en esa bici rosa que encontró en la tienda y con la que fue amor a primera vista, mira hacia la cámara, sonríe un momento y luego sigue su camino por la ciclorruta, — ¡Soy la mejor en esto! — Levanta los pies de los pedales y alza las piernas, después vuelve a bajarlas y a mirar hacia aquí—. Mi mamá no te sigue ¿Verdad?

Pregunta con cierto temor a que su mamá vea sus acrobacias en bicicleta. Lo primero que nos dijo al darnos permiso para viajar fue: «Beatrice pórtate bien y no hagas locuras, niño, asegúrate que no haga locuras», ya hemos hecho unas cuantas y empiezo a creer que este será el primer y último viaje juntos, tatuarnos ha sido lo más leve de nuestra aventura.

—Justo acaba de reaccionar. — Frena y eso me permite alcanzarla—. ¿A qué te suena: «Dile que se baje ahora mismo de ese aparato»?

—A qué voy a tener muchos problemas al volver a casa. — Baja de la bicicleta y yo igual—. ¿Ya te conté que siempre quise una bici rosa?

—No, pero Cuéntame más, quiero escuchar esa historia.

Caminamos empujando las bicis a nuestro lado hasta llegar a la playa cerca de la tienda donde las alquilamos.

—Fue ese regalo que siempre le pedí a santa de niña, pero que nunca llegó, ahora sé que a mi santa en particular le era económicamente imposible darme una y que regalarme una Barbie ya era todo un desafío. Pero, igual disfruté mucho siendo la estilista de mis Barbies ¿Ya escuchaste la historia de cuando me robé un perro que según yo habían abandonado y resultó sí tener dueño?

Me quedo completamente embobado viéndola y escuchándola hablar. Se ve realmente tierna con ese par de coletas que se hizo en la mañana y que debido a la humedad en el ambiente se han rizado y esponjado al máximo haciendo que los cabellos rosas y los negros se mezclen dándole un aspecto muy llamativo; su look en general es llamativo con la gargantilla de estrellitas rosas, el collar de conchitas que compró hace unos días, la cadena con su nombre y la que le regalé por su cumpleaños, ese top de colores, sus shorts con brillitos, sus converses en bota rosados. No sé por qué, pero en lo único que pienso al verla es en una sirena. Está súper entretenida contándome anécdotas de su infancia como para notar que la observo.

Esta Pinky me encanta, así habladora, risueña y desenvuelta, esa que es ese huracán de energía de siempre y al mismo tiempo la encarnación viva de la calma. Esta semana juntos, siendo sólo ella y yo, me ha servido para conocer otras facetas suyas de las que también he caído perdidamente enamorado, como la Bea organizada que hizo toda una programación de nuestro viaje día por día procurando que el tiempo nos alcance para todo lo que planeamos hacer; o la Bea economista que ha hecho rendir el dinero y a la que no le da vergüenza pedir rebajas por el hospedaje, la comida, las compras; o la Bea piloto que conduce respetando todas las normas y señales de tránsito; o la Bea chef que con unos cuantos productos puede improvisar una cena; o la Bea fotógrafa que persigue atardeceres y paisajes con su teléfono; o la Bea aventurera experta en supervivencia que no teme internarse en un ambiente desconocido, que sabe pescar y prender fuego. Podría quedarme una eternidad mencionando cada una de sus habilidades y talentos, pero en definitiva, lo mejor del viaje ha sido ella, su compañía.

»—Zeke, — me llama, — ¡Zeke! — Chasquea los dedos cerca de mi cara, — otra vez te quedaste viéndome, te he dicho que es raro.

— ¿Por qué?

Dejamos las bicis de los estantes del que las tomamos en la mañana para dar un paseo por el pueblo antes de volver a la ruta para ir a uno de los destinos marcados en el mapa y que la ha tenido más ansiosa de lo normal los últimos dos días.

El club de las niñas mal: Bea Libro I 🩷 [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora