Modo Beatrice paranoica: activado.
Dejo el celular de lado y me olvido por completo de los mensajes para ir corriendo a la ventana, muevo la cortina con cuidado y miro hacia la entrada para cerciorarme de que no haya nadie ahí, respiro aliviada al no ver más que nieve por todas partes y árboles sin hojas. En este momento deseo con todo mi corazón que Allen esté equivocado y haya escuchado mal todo el alboroto en la casa de al lado, pero lo dudo, si algo tiene el tonto de Allen es un oído de largo alcance, especialmente para los chismes.
Vuelvo a bajar la cortina, agarro el teléfono y salgo de la habitación para regresar con los demás abajo en donde decoraron todo para celebrarle el cumpleaños a Wyatt. Finjo normalidad y voy a sentarme junto a mi abuela para ayudarla a manejar su nuevo celular y grabar el momento en que el cumpleañero apague las diecinueve velitas sobre su pastel de Superman. Wyatt es un niño, en toda la extensión de la palabra, un niño grande.
Quisiera burlarme, pero me resulta demasiado tierno verlo con su gorrito puesto y mega emocionado por tenernos a todos aquí junto a él, porque hasta Karen, su mamá, está vía video llamada acompañándolo. Quiero golpearlo por ser tan despistado como para poner la estúpida ubicación en la foto, pero puedo controlar mis instintos, al menos mientras se acaba la celebración.
—Pide un deseo. — Es mi mamá quien enciende las velitas.
—Yo sé qué pidas ¡Yo sé! — Levanto la mano, en el acto y todos voltean a verme, — pide aprender a usar el cerebro.
Me hace una mueca y sin pena me enseña el dedo medio mientras Ángela me regaña por el mal chiste. Entiendo perfecto a Jude, meterse con Wyatt es revitalizante, da como mil años de vida.
—No molestes al niño, Beatrice.
—El niño mide casi dos metros y pesa como una tonelada, Tita. — Me quejo.
Como es más fácil poner de acuerdo a una manada de monos que a nosotros, tardamos varios minutos entre si cantarle el feliz cumpleaños, tomarnos fotos o qué hacer, al final hacemos un poco de todo y como estoy cerca de él para cuando terminamos de cantar no pierdo la oportunidad para molestarlo un poco más y al tiempo soplo las velitas para apagarlas.
Wyatt indignado en tres, dos, uno...
— ¡Bea!
Me unto de la crema del pastel en un dedo y le mancho la nariz.
—Feliz cumpleaños, idiota.
Luego de un regaño monumental y unas sentidas felicitaciones por parte de Jude pasamos a lo que vinimos: a comer pastel. Yo vine a eso, Wyatt vino por los regalos. Muero por que vea lo que le compré, estuve buscando por horas qué regalarle a alguien que lo tiene todo, literalmente. Al único chico, aparte de Allen, al que le he regalado cosas en los últimos años ha sido Zeke y con él nunca tuve ese problema, siempre sabía qué regalarle en su cumpleaños y acababa amando mi regalo, digamos que tenía muy bien medido su gusto.
—Tengo miedo de abrir este. — Veo la bolsa de mi regalo en sus manos—. ¿Es seguro? — Levanto los pulgares ante mi incapacidad para responder con palabras, — Ok...
Con duda lo abre y saca todo ese papel que le puse encima, al final encuentra un suéter negro que en letras grandes y blancas pone: «EL MEJOR HERMANO DEL MUNDO», sé lo que tengo en casa, sé que eso le va subir el ego a la estratosfera. Sólo con ver cómo le brillan los ojitos de emoción, sé que le ha encantado mi regalo; no necesitamos decirnos nada para hacernos saber que nos queremos, que todo lo que hemos pasado nos ha unido de formas misteriosas.
— ¡¿A quién se le ocurre venir a estas horas?! — Se queja mi mamá por el sonido del timbre, — Betty, ve a abrir.
Trago entero y me quedo quieta en mi lugar como si me hubieran pegado a la silla. ¿Por qué Betty? ¿Por qué no Jude, Brad, Marina...? O simplemente no abrir, es fácil.
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El club de las niñas mal: Bea Libro I 🩷 [TERMINADA]
Teen FictionBeatrice Ramírez es sinónimo de caos. Problemática, impulsiva, rebelde e ingobernable. Son muchas las opiniones sobre Bea, pero todas coinciden en algo: Bea es una niña mal.