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Still With You.❞
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Busan, Corea del Sur.

Sábado, 12 de septiembre del 2009
18:36 hrs

Algunas ventiscas refrescantes hacían presencia en el patio de aquella casa, propiciando un ambiente sumamente satisfactorio. Los rayos solares estaban más que brillantes; daban una sensación cálida apta para el mes mientras que a su vez complementaban con el entorno. Un aroma a jazmines embriagaba a los dos niños que jugaban y los pájaros cantaban solamente para ellos.

Sin duda, un día perfecto.

O bueno, tal vez no tanto.

—¡Ay, Kook!

Mi alarido por el golpe que obtuve al caer atrajo rápidamente la atención del niño, mismo que corrió hacia donde me encontraba y acto seguido se agachó.

—Haenul, ¿te has vuelto a caer del columpio? —examinó mi rodilla lastimada luego de cuestionar eso, yo sólo asentí levemente con mi cabeza—. Princesa, debes tener cuidado, recuerda que eres débil.

—Lo siento —murmuré con algo de desánimo.

El pequeño tomó mi mentón para alzar mi rostro, limpiando las pocas lágrimas que corrían con sus dedos chiquitos.

—No tienes que disculparte, no has hecho nada —despeinó un poco mi cabellera—. Ven, vamos a limpiarte esa rodilla.

Me entregó su mano para ayudar a levantarme, acción a la que correspondí de inmediato. Mientras me sentaba en uno de los bancos del patio, él procedió a buscar un poco de alcohol y una gasa para así curar la herida.

—Te va a arder un poco.

Y como avisó, un fuerte ardor soportable invadió mi rodilla. Estuvo haciendo lo mismo por unos minutos más hasta que el raspón dejó de sangrar.

—Ya está.

—Gracias, JungKook —correspondí a la sonrisa que se formaba en su rostro.

Jeon JungKook, mi mejor amigo. Un niño que a su corta edad podía impresionarte con su inteligencia y a su vez con la personalidad tan pura que poseía. Desde que nos conocimos  todo había sido bueno; complementamos como uno solo cuando estábamos juntos y defendiéndonos el uno al otro si era necesario. Él por su parte siempre se encargaba de cuidarme y hacerme sentir alegre, mientras que yo tomaba el lugar de la más traviesa y espontánea.

¿Qué formábamos juntos? No era necesario saberlo.

—Ahora que estás mejor, juguemos a algo —propuso alegremente.

—¿A qué jugamos? —cuestioné con un toque de emoción.

—No sé, lo hemos jugado todo —sus labios se abultaron con esas palabras.

—¿Y si jugamos en el castillo ? —sonreí mientras señalaba dicho lugar en el patio—. Yo seré la princesa y tú el príncipe que vendrá a salvarme del malvado dragón que me tiene encerada en una torre.

Para ese momento el ligero dolor en mi rodilla ya no importaba, solamente tomé la mano del niño pelinegro y lo llevé hacia el pequeño castillo de juguete, siendo yo la que subía en la torre.

—Está bien, voy a por tí, princesa —de su espalda sacó una espada y la alzó.

Lo que quedaba de la tarde la estuvimos pasando así. JungKook y yo jugábamos a ese juego como si nuestra vida dependiera de ello, no importando que ya estuviera un poco oscuro y la hora de cenar se acercara.

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