CAPITULO 29

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MARATÓN 3/4

TOM

Miro como el chocolate blanco escurre de la fresa, la volteo y la llevo a mis labios para darle una mordida, el dulce hace una explosión de sabor en mi boca, creo que este es mi postre favorito.

<<Y Anne>>

Sacudo lentamente mi cabeza quitándome ese pensamiento del subconsciente, esa niña es todo un caso en mi vida, me siento tan enfermo de que me guste tanto, de desearla, le doblo la edad, esto es una locura.

He pensado muchas veces en dejar de tener esto extraño que tengo con ella pero no puedo, no sé qué mierda tiene que me vuelve loco, tal vez son sus ojos, esos ojos verdes que me hacen caer siempre que los miro, es por eso que siempre trato de evitarlos pero es como si tuvieran un iman que atraen a los míos.

Creo que me volveré loco.

Toda esta noche he deseado hacerla mía, sentir sus labios contra los míos pero me he resistido demasiado para no hacerlo, es obvio que no quiero que se den cuenta, debo de dejar de pensar en ella.

Pero eso me ha servido, pensar en Anne me ha servido para no pensar del todo en mi...mi esposa, podría decirse que el cincuenta por ciento de mis pensamientos son Elizabeth, cuando no estoy pensando en cuanto me dolió su traición, estoy pensando en las ganas que tengo de estar sobre Anne.

Aunque creo que Elizabeth está más presente, todo me recuerda a ella, este lugar, estas fechas, todos los momentos de curando eran feliz pasan por mi mente como una película, me duele, me duele pensar en ella, me duele que la extraño un poco, no entiendo porque me engaño si le daba todo, incluido mucho amor.

Tomo otra fresa pero la dejo ya que se escuchan golpes en la puerta, ¿quien puede ser?, todos están ebrios charlando cómodamente.

Me limpio las manos antes de abrir la puerta, vuelven a tocar así que me apresuro a abrir, cuando lo hago inmediatamente mis ojos se encuentran con los verdes de Anne.

—Déjame pasar se me está congelando todo— me hago a un lado, ella entra, antes de cerrar miro que nadie haya visto que entró.

—¿Que haces aquí?, alguien pudo verte— me mira y sonríe.

—Solo te estoy visitando, ¿no te gusta?

—Anne no estamos en la ciudad, aquí está tu papá y...

—Nadie me miró, baje y salí por la cocina, ¿sabias qué hay más nieve por atrás de la casa?, casi me caigo, pude morir congelada.

—Para que sales— camina hacia la cama.

—Para darte tu regalo— alzo una ceja.

—¿Mi regalo?

Se quita el abrigo haciendo que mis labios se entreabran, se sienta en la cama y me dedica una sonrisa.

La detallo de arriba hacia abajo sintiendo como algo en mi comienza a ponerse duro, se ve tan sexy.

Lleva puesto un córner negro que se abrocha por enfrente, hace relucir sus pechos, también lleva unas calcetas que le llegan arriba de las rodillas y tienen dos niños blancos, ni hablar de su braga negra.

—¿Te gusta?— la miro a los ojos —No sabia que ibas a venir así que no pude comprarte nada, pero creo que toda yo es el mejor regalo que te pueden dar.

—Anne...

—Y un regalo no se rechaza— echa su cabello hacia atrás —Podemos jugar si quieres.

—¿Jugar?

Clase a media noche | Tom Hiddleston Donde viven las historias. Descúbrelo ahora